El caso de Leopoldo Lopez no está del todo claro. Si se fugó, deja muy mal parado a un régimen policial que tenía más de 30 personas custodiando la sede de la embajada de España en Venezuela. Si hubo alguna negociación para asegurar su salida del país sin tropiezo, también deja en entredicho ante su militancia a un Maduro que se ha caracterizado por su aparente voluntad de no querer negociar con nadie. Tal vez nunca sabremos la veracidad de los hechos, pero lo cierto es que Leopoldo, el más perseguido y acosado lider civil del país, anda suelto y ahora, en libertad conquistada, podrá con más fuerza continuar la lucha por la democracia y la dignidad.

Leopoldo no es un dirigente político cualquiera , es uno de los más preparados y fogueados. Con años de cárcel encima que le han dado un tiempo más que suficiente, para pensar y analizar la circunstancia que vivimos.

Ahora debería convertirse en un adalid de la unidad de las fuerzas democráticas que desean ponerle término final a esta incongruente y destructiva dictadura. No es hora de acentuar personalismos, sino de propiciar entendimientos con aquellos con los que se difiere políticamente, porque ya no hay más espacio en el país para la diatriba estéril que no conduce a nada.

Venezuela requiere de sus líderes que emulen lo que supo hacer Rómulo Betancourt, que fue entender que el sectarismo era el mal que impedía que el país pudiese afianzar la democracia.