Es probable que en ocasiones se tenga la impresión, viendo el contenido que abunda en la mayoria de los medios de comunicación en Venezuela sometidos a la censura y a la no menos trágica y vergonzosa autocensura, que la democracia es quizá solo un discurso, o peor, solo la actitud de no entrar en conflicto con los que mandan por ser quienes mandan y, nosotros, ¡oh condenados!, debemos siempre ser obedientes y disciplinados para ser buenos ciudadanos. Criticar al presidente, al gobernador o al alcalde, es “hablar mal de…” y no mi derecho a expresar mis ideas aunque estas fuesen injustas o imprecisas.
Tenemos
entonces que quienes exigimos elecciones libres y justas en Venezuela, con
observación internacional, arbitro designado conforme a la constitución, tutela
judicial efectiva, competitivas, sin ilegalización de partidos políticos y sin
perseguidos o presos políticos sea calificada por cierta matriz de opinión como
una actitud “romántica”, “carente de pragmatismo”, “porque no somos Suiza” y “hay
que ubicarse en nuestra realidad”. Es decir los Suizos, o cualquier otro
habitante de alguna de las democracias occidentales en Europa o América, si merece
poder elegir a sus gobernantes pero el venezolano que pretenda o desee hacerlo
es un “soñador” y “no pisa tierra”.
Recientemente,
Pedro Sanchez, Jefe de Gobierno de España y líder del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE), expresó que su gobierno promoverá las opciones diplomáticas a
disposición para lograr que en Venezuela se celebren elecciones libres y justas,
la respuesta de Diosdado Cabello en su programa televisivo fue “¿Quién es Pedro
Sanchez para pedir eso en Venezuela?”. En otras palabras, los principios de no
intervención en asuntos internos y soberanía nacional son útiles para que los
gobernantes de facto le digan al mundo que ellos, y solo ellos, ya decidieron quién
gobierna Venezuela, por tanto, unas elecciones libres y justas son algo
superfluo.
La
agenda gubernamental actual no es la restitución de los derechos previstos en
la constitución vigente, es la normalización de nuestra obvia anormalidad. Los
partidos judicializados son la “oposición” y son tan de “oposición” que votan
por unanimidad parlamentaria (sin votos en contra o siquiera salvados) para
temas cómo la persecución de los diputados legítimos y el postular al premio
nobel a los médicos cubanos. Ya es “normal” la anormalidad de decirle a un
entrevistado por algún medio de comunicación que no puede decirle “presidente interino”
a quién la constitución dice que es presidente interino, no puede decirle “diputados”
a los diputados, “Fiscal General” a quién es Fiscal General, “Magistrados” a quiénes
la AN nombró Magistrados del TSJ y hoy están en el exilio. Todos esos cargos se
ejercen hoy por la fuerza de las armas antes que por la observancia de las
leyes, pero esa es la normalidad.
Entonces,
si hablamos de eso que no se puede hablar, ni decir, ni pensar, pues, somos
“soñadores” o creemos en el “gobierno de internet” y que el hecho de que hoy la
sucesión presidencial en caso de fallecimiento, asesinato, enfermedad o
cualquier otra posibilidad encerrada en el termino jurídico de “falta absoluta”
del Presidente le sea reservada a dos hermanos (Recuérdese, el régimen de facto
designó a Jorge Rodriguez presidente de la AN y a Delcy Rodriguez
Vicepresidenta del poder ejecutivo) no puede sino reverenciarse como una
demostración de profunda democracia participativa y protagónica y no calificarse
como lo que realmente es: un signo inocultable del giro “monárquico” que tiene
la “Revolución”.
Es momento entonces que hagamos un acto
subversivo, terrorista, que genere zozobra y escandalo en la opinión pública en
el presente texto, voy a citar el artículo 21 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos, a saber:
1.
Toda persona tiene derecho a
participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de
representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las
funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta
voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse
periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro
procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.”
Y, siendo
aún más escandaloso, citaré parte del preámbulo de la Declaración que explica
parte de su razón de ser: “Considerando
esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a
fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión
contra la tiranía y la opresión”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com /
@rockypolitica