sábado, 29 de agosto de 2020

CLAP con comida dañada en Campo Carabobo


 

Los vecinos de la comunidad Chaparral de Carabobo, en la parroquia Independencia del municipio Libertador, hicieron denuncia pública de haber recibido, el pasado 24 de agosto, la “Bolsa CLAP” cuyo contenido, principalmente la harina, mostraba claros signos de no ser apta para el consumo humano. Los empaques llegaron rotos, con olores putrefactos, propio de orine de ratas y excretas de cucarachas, con una humedad tal que hasta hacía desprender la tinta de la identificación de los productos. En esa comunidad, varios vecinos presentaron cuadros diarreicos y distintos malestares tras la ingesta de esos alimentos.

 

Esa es la realidad, sin maquillaje, sin filtros de Instagram, sin censura. El Alcalde Juan Perozo, el Gobernador Rafael Lacava y Nicolás Maduro, pueden llegar a esta comunidad mañana mismo y preguntar. Es fácil de ubicar, está a unos cuantos metros del monumento de Campo Carabobo, ese lugar donde los gobernantes vienen una vez al año a dar aburridos discursos. Allí viven hombres, mujeres y niños, son una comunidad de clase trabajadora, que en medio de la pandemia escuchan a diario la letanía “quédate en tu casa” pero así, con esa comida, es imposible.

 

¿Qué clase de funcionario es aquel que envía comida dañada a una comunidad de bajos recursos? Si lo sabia y envió las bolsas CLAP dañadas es un deliberado acto de envenenamiento, es un psicópata homicida, si ese funcionario dijera, ahora, que no sabía lo que hacía, entonces es un negligente. Tanto el intento de homicidio como la negligencia en el almacenamiento y distribución de alimentos son delitos conforme a nuestra legislación. La sola denuncia en un medio de comunicación, constituye noticia criminis y, por tanto, debería abrirse una investigación de oficio en el Ministerio Público que determine los hechos y las responsabilidades. Eso es lo que ocurre cuando existe el Estado de Derecho y se respetan, íntegramente, los derechos humanos de todos los ciudadanos. ¿Ocurrirá? ¿Dirá algo el alcalde Juan Perozo o guardará silencio? ¿Dirá algo el Gobernador Rafael Lacava? ¿Aunque sea un chiste, algo…?. Yo espero que sí. Espero que tanto el alcalde como el gobernador destituyan y procesen judicialmente a los funcionarios implicados, que indemnicen a las víctimas, que repongan con rapidez los necesarios alimentos a esas familias. En definitiva, espero que, al menos en este caso, gobiernen con decencia y sensibilidad humana.

 

La pregunta que me tiene los pelos de punta es la siguiente: ¿Estará llegando comida dañada a otras comunidades? Aún no he recibido denuncias de otros lugares por una razón muy sencilla, en gran parte del municipio Libertador no ha llegado el CLAP en meses. Visto lo visto, no sabemos si eso es una buena o mala noticia. Lo procedente es que las autoridades, de forma transparente, muestren dónde y cómo almacenan la comida que es distribuida en las bolsas CLAP. Hablé con un buen amigo médico y le pregunté ¿Qué le pasaría a una persona que por ingerir comida en mal estado se enferme y, luego, también se contagie de covid-19? Me dijo, médicamente, “su pronóstico es reservado”. No basta con gritar consignas, hace falta gobernar con responsabilidad y, principalmente, con respeto por la gente.

 

Si las autoridades resuelven este caso de forma satisfactoria, en este mismo espacio, los felicitaré y lo reconoceré como un gesto de  responsabilidad gubernamental. Caso contrario, tendrán que arrancarme los dedos para impedirme seguir denunciando lo que sufre la gente. Mi señora madre no parió ni cómplices, ni cobardes, ni mudos.

 

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica 

jueves, 27 de agosto de 2020

La Gestión de Nelson Guillén

 


Los gobiernos locales son clave para dar respuestas a las dificultades que padece la población, bajo esa premisas los municipalistas socialdemócratas ha promovido un debate para lograr sensibilizar a la opinión pública de la importancia de estás instancias. En ese sentido, conversé con Nelson Guillén quién, además de ser Secretario Nacional de Asuntos Municipales de Acción Democrática, fue alcalde del municipio San Joaquín (Carabobo).

 

Le pregunté a Nelson Guillén sobre ¿qué puede ofrecer AD al país en materia municipal? “Los adecos” – me respondió – “como siempre, le ofrecemos a Venezuela hechos antes que palabras, nuestra experiencia al frente de los distintas instancias de gobierno es nuestro mejor aval. Fíjate que, en mi labor personal, ejercí el gobierno municipal en San Joaquín, un municipio modesto poblacionalmente, pero que fue receptor de importantes inversiones a nivel industrial y, al tiempo, productor de distintos productos agrícolas. Hoy en día, se está planteando en los principales centros de estudios sobre políticas públicas las llamadas Alianzas Público – Privadas, nosotros en San Joaquín, entre los años 1995 y 2000 gobernamos usando esa estrategias sin que tuviera siquiera un nombre. No nos movía otra cosa que no fuera mejorar la vida de la gente, con gestión real y apoyo mutuo entre el municipio, la comunidad y las empresas”.

 

¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cuáles enseñanzas pueden extraerse de esa gestión municipal en San Joaquín útiles para todo el país? Guillén me indicó “Durante mi gestión apenas estaba iniciando la experiencia de la descentralización, regionalmente gobernaba Salas Feo, de Proyecto Carabobo, y nacionalmente, gobernaba Rafael Caldera, por el partido Convergencia, y luego los primeros 2 años de Hugo Chávez, yo como Alcalde adeco me encontraba con dificultades presupuestarias y limitaciones institucionales pero, teníamos una ventaja estratégica: el respaldo popular. Inauguramos un gobierno local de puertas abiertas, nos reunimos constantemente con los vecinos, con los productores agrícolas, con los empresarios y progresivamente fuimos armando una agenda colectiva. Los académicos hoy le dicen a eso gobernabilidad democrática, en ese momento nosotros le decíamos 'sentido común'. Las peleas y conflictos entre los diferentes actores no deja ganancias, ganancias si nos ofreció tener resultados”

 

¿Cuáles resultados? “Fíjate Julio, junto con el empresariado local, las transnacionales instaladas en el municipio y el oído atento en las necesidades de la ciudadanía logramos inaugurar, con una alcaldía sin casi ningún recurso presupuestario, La Casa Alejó Zuloaga que la restauró la Fundación Polar, y realizamos convenios educativos, culturales y recreativos juntos. Implantamos el Programa de salud de prevención y fuimos ejemplo nacional en esa materia. No solo convertimos la vieja y cansada medicatura en un módulo tipo 2, es que también construimos el módulo del Sector Norte y, con la Palmolive y Colgate, aún cuando no estaban en el municipio, logramos a través de DVC el programa de atención a la primaria en salud preventiva. Esto era posible gracias a las clínicas ambulantes y para ellos el primer colaborador eran los propios vecinos. Junto con la Universidad de Carabobo propiciamos el funcionamiento de los programas de extensión de FundaUC y si por si tales iniciativas fueran pocas, logramos los consensos institucionales necesarios para el funcionamiento en muchas bodegas comunitarias de Proal (Programa de alimentación popular). Si el ciudadano de hoy compara esos años con las actuales gestiones municipales no solo no encuentra hoy obras semejantes, es que ni siquiera encuentra a los alcaldes y concejales que están desaparecidos y no se reúnen con nadie”.

 

No podía perder la oportunidad de preguntarle a Guillén sobre ¿cuál considera el que es la principal enseñanza que puede darle a los municipalistas de hoy? me respondió “La enseñanza no viene en un libro, viene de la práctica, los gobernantes locales no pueden vivir pegados al Twitter o al Instagram, deben ser de carne y hueso y construir consensos con los gobernados. Todo lo que hice y que los San Joaquineros recuerdan con cariño no fue solo obra mía, fue toda la sociedad la que se involucró en un trabajo coordinado. Los gobernantes endiosados terminan odiados, en mi caso, puedo caminar por San Joaquín, por sus plazas y calles y ser saludado por los vecinos. Hace rato, la práctica habitual de muchos ex alcaldes es que se mudan de sus municipios por la vergüenza de gestiones grises o funestas”.

 

Ciertamente, los gobiernos locales requieren líderes cercanos. Nelson Guillén es un hombre de su pueblo, su formación fue en la calle y tuvo logros interesantes. Es momento que esas experiencias sean revisadas, mucho podemos aprender las nuevas generaciones que, lastimosamente, lo único que hemos visto es el desastre chavista.

 

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica

martes, 4 de agosto de 2020

Covid-19, el nuevo sistema mundial y su impacto en América Latina



Home OPINIÓN COLUMNISTA

By Diego Lombardi -August 4, 2020

El año 2020 ha estado marcado por una pandemia global, el covid-19. Aunque aún se encuentra en pleno desarrollo, no cabe duda de que su impacto perdurará en el tiempo, para algunos como una tragedia personal vivida a través de la muerte de algún ser cercano, para otros como una experiencia de sobrevivencia y adaptación, y para todos al menos como una referencia de un momento histórico de alcance global. Más allá del plano personal, existe consenso en que esta pandemia podría traer consigo transformaciones importantes a nivel social, como por ejemplo a través de un desacoplamiento de la economía del mundo con respecto a China y por lo tanto un reacomodo del sistema de comercio global.

En el plano de las relaciones internacionales en general aún es muy pronto para determinar el impacto real del covid-19, y mucho menos de las transformaciones que traerá consigo. Frente a esta incertidumbre una buena manera de aproximarse a evaluar los escenarios futuros es a partir de la identificación de ciertas tendencias previas, desde las cuales se puede prever si estas se acelerarán o, por el contrario, se detendrán o retrocederán. De estas tendencias hay al menos cuatro que ya se venían dando: la desaceleración del comercio global, el retroceso democrático en varias regiones del mundo, el desequilibrio económico entre regiones geográficas y las mayores presiones ambientales.

Las cuatro tendencias antes mencionadas son fuerzas que van en sentido contrario. La gran tensión entre estas cuatro tendencias es que mientras la globalización ya venía frenándose y se iba dando un retroceso democrático, el mundo necesitaba abordar de manera integral dos problemas fundamentales, la desigualdad socioeconómica (entre países y entre personas) y los retos ambientales. Las dos problemáticas mencionadas solo se pueden abordar de manera efectiva desde una perspectiva global, sin embargo, en los próximos meses la tendencia parece ser la de un desacople económico global liderado por Estados Unidos dado su conflicto con China, junto con el retroceso democrático en general.

Dentro de este contexto hay una quinta tendencia aún poco evidente, pero que está cambiando las bases del sistema mundial, el ascenso de las ciudades-regiones. Hoy en día 300 ciudades del mundo concentran cerca de la mitad del producto interno pruto (PIB) del planeta, y han representado más de 60% del crecimiento de este en los últimos años. Este hecho es fundamental para proyectar lo que pueda ocurrir durante las próximas décadas, marcando una tensión entre el sistema internacional centrado en torno a la figura del Estado y un sistema alternativo cuyo eje sean las ciudades-regiones, y en especial los vínculos entre estas a través del intercambio de bienes, traslado de personas, e inversiones.

En ese nuevo entorno América Latina está rezagada con respecto a Norteamérica, Europa y Asia. De las 300 ciudades con mayor poder económico a nivel mundial, solo 14 están en América Latina. De esas, 6 están en Brasil, 3 en México y una por país en Argentina, Perú, Colombia Chile y República Dominicana. Así, en un mundo cuya base sean las ciudades, en América Latina los dos polos con mayor fuerza son Brasil, básicamente con un sistema de ciudades que giran en torno a Sao Paulo, y México con el triángulo de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. El eje andino Bogotá-Lima-Santiago pudiera tener un desarrollo importante, pero es poco probable que se convierta en un polo con fuerza.

Este escenario deja a decenas de ciudades, y miles de personas, al margen de los polos de desarrollo. Esto no significa que no tengan un rol, pero su papel sería como periferia o semiperiferia, es decir, como clústeres vinculados a alguno de los polos con mayor fuerza. También es cierto que si hacen bien las cosas pueden pasar a ocupar un rol de mayor relevancia. En el nuevo sistema internacional el tamaño de la población y el territorio tienen un papel menos importante que factores como el poder financiero, la tecnología, y en general la capacidad de generar valor. Sin embargo, para embarcarse en esa ruta la tarea primordial, y la de mayor dificultad, es trascender el modelo centrado en el Estado.

@lombardidiego


Pedro Galvis: No participar en la farsa electoral es una decisión acertada



4 agosto, 2020




(Lechería. 04/08/2020)

“No participar en la farsa electoral es una decisión acertada”. Así lo declaró Pedro Galvis, coordinador del partido Vente Venezuela en el municipio Urbaneja del estado Anzoátegui.

Galvis consideró que ahora se debe ir más allá y desplegar una ofensiva política y diplomática para poner fin al dolor y angustias de los venezolanos. Recordó que desde el año 2017, el partido liderado por María Corina Machado ya se había deslindado de esa ruta, porque entendían que a raíz de las elecciones parlamentarias del 2015, el régimen había cerrado la vía electoral.

“Con el chavismo, el voto siempre ha estado bajo sospecha, y con el transcurrir de los años, se ha venido degradando su eficacia. Los procesos se han caracterizado por el creciente abuso de poder y el ventajismo, para procurar resultados electorales favorables a la cúpula que hoy usurpa el poder”, aseguró.

Coordinador del partido liberal en el municipio oriental indico que desde que se deslindaron en 2017 de la ruta electoral y de una dirigencia que le hacía el juego al régimen, la posición de Vente Venezuela ha sido la misma, y celebra que un grupo de la oposición “haya entendido que la vía electoral está suspendida en Venezuela y que para recuperar el poder del voto para elegir, es imprescindible lograr el cese de la usurpación”.

El dirigente liberal señaló que es momento de recuperar el tiempo desperdiciado, ahora no pueden quedarse de brazos cruzados, razón por la cual exhortó a la dirigencia política opositora en todo el país a discutir la propuesta para desplegar una operación de paz y estabilización para Venezuela conocida como OPE presentada por María Corina Machado, para unificar y gestionar las fuerzas necesarias para hacerle frente al ecosistema criminal que ocupa el territorio y usurpa el poder en Venezuela.


Megasis, hecho en terrorismo



Home OPINIÓN COLUMNISTA

By Brian Fincheltub -August 4, 2020

Con mermelada de dátil, champú de ajo, crema de canela y otras cositas más, inició sus operaciones en Caracas el primer supermercado iraní en Latinoamérica. Megasis, como se llama la cadena que ahora ocupa el espacio de la expropiada Éxito, promete impulsar la cooperación antiimperialista entre Venezuela e Irán a través de la comercialización de productos en nada más y nada menos que la mismísima moneda yankee, dólar americano puro y duro y no a tasa del Banco Central, déjense de eso, a tasa del “dólar criminal”. Es así como a la algarabía de la inauguración le siguieron caras largas y decepción de los primeros visitantes, quienes luego de calarse horas y horas de colas esperando las mismas megaofertas que antes se encontraban en los extintos abastos Bicentenarios, salieron aterrorizados y no precisamente porque se hayan enterado de quiénes son los dueños del supermercado, sino por los precios megaastronómicos.

Entre las mismas integrantes de los comités CLAP que habían sido llevadas a hacer bulto se escuchaba “atrás quedaron los tiempos de lo regalado”. Y es que Megasis no es más que una especie de bodegón caraqueño, pero propiedad de los Guardianes de la Revolución iraní, cosa que por cierto lo hace mucho más que un bodegón. Sí, como lee, los Guardianes de la Revolución, el mismo grupo que ha sido declarado recientemente como organización terrorista por Estados Unidos y no precisamente por ser vendedores de alimentos. El vínculo de los Guardianes de la Revolución con Megasis no es un invento mío, así fue revelado en una investigación hecha por el diario estadounidense The Wall Street Journal, la cual identificó como cabeza del conglomerado al empresario iraní Issa Rezaie, quien por cierto debe haber visto en la Venezuela en ruinas algo más que no vio en ninguna otra parte del planeta: una oportunidad de oro ¿o uranio? para expandirse. ¿Un verdadero visionario, no? Por mi parte, desconocía que habían tantos caraqueños a los que les encantara el champú de ajo o leer en persa.

Todos lo sabemos, lejos de venir a suplir la enorme necesidad en materia de alimentación que viven los venezolanos, la llegada de Megasis al país tiene otras intenciones muy distintas. Se trata de un mensaje claro que el régimen de los ayatolás le envía al continente: estamos cerca y vinimos para quedarnos. Lo hacen en plena pandemia, donde los países de la región están sumergidos en enormes crisis internas y no hay tiempo para la agenda internacional. Ese es quizás el problema de nuestros gobiernos, no entienden que los enemigos de la democracia y la paz jamás descansan. Mientras los iraníes avanzan, el régimen madurista abandona su vieja consigna “hecho en socialismo” y adopta una nueva: hecho en terrorismo. Sálvese quien pueda.

@BrianFincheltub


Las medicinas y los sueños



Home OPINIÓN COLUMNISTA

By Carlos Alberto Montaner -August 4, 2020

¿Por qué son tan caras las medicinas en Estados Unidos? La respuesta corta tiene que ver con los costos de investigación y desarrollo. Lo que sigue es la larga, coronada con una historia deliciosa.

La Food & Drug Administration (FDA) es más costosa que el clásico hijo bobo educado en París. Su utilidad es magnífica, pero no hablamos de la calidad sino del precio. La factura sale por un riñón. Cuesta aproximadamente 2.600 millones de dólares crear una medicina hasta colocarla a disposición de los pacientes que la necesitan por medio de las recetas de los médicos. De ahí el costo astronómico de las vacunas contra el covid-19.

A esa sangría de plata hay que agregarle otros 300 millones de costos de “posproducción”. Grosso modo, esos 3.000 millones de dólares son los que cuestan los éxitos, pero solo llegan a puerto 12% de los “remedios” que inician los trámites. El 88% restante se queda en los recovecos de la investigación. Obtengo esos pavorosos datos del Tufts Center for the Study of Drug Development publicados en el Journal of Health Economics.

Eso explica por qué la Universidad de Yale y el laboratorio AI Therapeutics prefirieron revisar 13.000 medicinas, previamente aprobadas, hasta dar con una sustancia llamada con el nada comercial nombre de LAM-002A que, aparentemente, impide la progresión del coronavirus.

También explica que Yaakov Nahmias de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el doctor Benjamín tenOever del Hospital Mount Sinai de Nueva York, dos jóvenes y brillantes investigadores, formados en Israel y en Estados Unidos, eligieran un viejo y acreditado medicamento contra el colesterol y los triglicéridos, llamado Fenofibrate, también conocido como TriCor.

Según sus investigaciones, parece que en cinco días “limpia” los pulmones y transforma el coronavirus en una gripe clásica. (Mi hermano Alex Montaner, médico, severamente contagiado por el covid-19, lo está utilizando. Hasta ahora le va bien. Veremos qué resulta).

Esto nada tiene que ver con las bondades de la Hidroxicloroquina recomendada insistentemente por Donald Trump frente al coronavirus. Todos estamos cansados de la pandemia, pero la medicina, que sirve para aliviar la artritis reumatoide y la malaria, pudiera hasta ser contraproducente si se utiliza contra el covid-19. Al menos eso repite la mayor parte de la comunidad científica.

No toda, claro. Donald Trump tiene a su favor, y la recomienda, a la médico Stella Immanuel. La doctora Immanuel es una señora nacida en Camerún que estudió medicina en Nigeria. Ella, quien trabaja en Houston, afirma que ha curado a cientos de pacientes con la Hidroxicloroquina.

Como ministra religiosa –pertenece a una secta cristiana- también alega que los demonios habitan los sueños de las personas para seducirlas y llevarlas por el mal camino del erotismo. Los íncubos son demonios masculinos que dominan a las hembras. Los súcubos son demonios hembras que se aparean durante los sueños con los varones. (No creo que la corrección política haya acuñado, todavía, la palabra “demonia”, pero todo se andará).

La historia de los íncubos y súcubos me hizo recordar la extraordinaria anécdota que cuenta Fernando Iwasaki, un gran escritor, en Inquisiciones peruanas. Se titula “Prohibido soñar” y da cuenta de las vicisitudes de Inés Ivitarte, una monja de clausura durante la Colonia a la que el diablo se le apareció en sueño y la poseyó con su enorme miembro cubierto de escamas negras.


Trump, Biden y Yogi Berra

Home  OPINIÓN  EDITORIAL


Como es bien sabido, el gran jugador de beisbol Lawrence “Yogi” Berra se convirtió en leyenda, tanto por su destreza deportiva como por sus ya famosas frases, repletas de paradojas y disparates, que sin embargo encierran interesantes verdades y desvelan con absurdo humor la realidad. Recordamos ahora a Yogi con relación a la venidera elección presidencial en Estados Unidos, a los sesudos análisis y aventurados pronósticos que ya empiezan a aparecer por todas partes, y sobre los cuales es apropiado aplicar uno de los más populares señalamientos del pelotero de los Yanquis de Nueva York, fallecido en 2015: “Esto no termina hasta que termina”, o lo que es igual: “El juego no se acaba hasta que se acaba”.

¿Recuerdan los lectores la experiencia de 2016? ¿Recuerdan que para estas fechas, hace cuatro años, los mismos que hoy aseguran que Donald Trump ya perdió la próxima elección nos abrumaban con sus estadísticas, que mostraban la enorme ventaja que Hillary Clinton presuntamente poseía en la contienda de entonces? ¿Recuerdan lo que pasó al final? Algunos dirán: pero ahora es distinto. Por supuesto, las situaciones no son idénticas, pero entre ellas no faltan analogías, y creemos que merece la pena focalizar, por ahora, dos elementos de la compleja ecuación. El primero se refiere a las encuestas; el segundo tiene que ver con Joe Biden. Sobrarán ocasiones más adelante para abordar otros aspectos del asunto.

Tres puntos deben destacarse en lo que tiene que ver con las encuestas y las elecciones estadounidenses. El primero de ellos, y esto ocurrió de modo similar en 2016, es que las muestras en que se basan dichos sondeos no están genuinamente equilibradas, es decir, no se sustentan sobre una ponderación realista del panorama entre los electores. El segundo es que, de nuevo con pocas excepciones, las empresas encuestadoras forman parte de la misma burbuja político-periodística-académica, centrada en las grandes ciudades de las costas este y oeste del país, donde el predominio de los sectores “liberales” (en el sentido norteamericano, es decir, “progre”) es aplastante. Y el tercero es que las encuestas han dejado de ser, en buena medida, instrumentos para evaluar la opinión de la gente y existen más bien para crearla.

Las muestras no son ponderadas, pues de manera sistemática tienden a subestimar a los posibles votantes republicanos, a sobrestimar a los posibles votantes demócratas, y a minimizar a los posibles votantes que se autoproclaman independientes. Como ocurre hoy, durante los meses del verano de 2016 aparecían encuestas que otorgaban a Hillary Clinton amplia ventaja, que oscilaba a veces entre 12 y 14 puntos a nivel nacional y se reflejaba también en los estados más disputados o “battleground states”. Esta distorsión se repite una y otra vez, y aparte de esta falla, con demasiada frecuencia las encuestas valoran a los votantes registrados por encima de los votantes probables, lo cual podría ser relevante de manera especial en la contienda de noviembre 2020, en vista de la brecha de entusiasmo o “enthusiasm gap” que persigue a Joe Biden, un candidato escogido por su partido como el mal menor y casi por completo carente de carisma y pegada política. Un votante registrado es una entelequia, una ficción, que puede no materializarse jamás; en cambio, un votante probable ofrece una expectativa más firme. Las encuestas deberían ilustrarnos en cuanto a la incidencia de todo esto en 2020.

Los otros puntos mencionados, nos parece, son bastante conocidos y comprendidos por quienes se toman el tiempo de estudiar el panorama sociopolítico estadounidense estos días, en particular la estrecha alianza entre los medios “progre”, el mundo académico, Hollywood, las grandes empresas tecnológicas del valle del silicio, y el Partido Demócrata. Nada de esto es un secreto y todos sabemos que en 90%, las informaciones de los medios dominantes están dedicadas a hacer oposición a Trump. Por desgracia, intuimos que algunas encuestas que ahora se publican forman parte de la misma ofensiva política predominante, que con demasiada facilidad nos hace perder de vista el bosque por andar viendo los árboles.

Se equivocarían seriamente quienes creyesen que estamos haciendo pronósticos a favor de un bando u otro. En absoluto. Escribimos estas notas inspirados por Yogi Berra y con el objetivo de corregir la falta de balance, que una vez más empieza a arropar a los medios internacionales y sus analistas más connotados. En su mayoría pierden de vista que Joe Biden es el producto de una masiva operación de los jefes y el aparato del Partido Demócrata, entre ellos Barack Obama y los Clinton, para detener a Bernie Sanders y moderar el ya obvio e irresistible avance del sector más “progre”, es decir, de izquierda, de su partido. Biden, lo señalamos sin intención alguna de faltarle el respeto, es un político que evidencia el peso de su edad, mostrando síntomas inequívocos de una senilidad preocupante. Hasta el momento, la pandemia ha permitido a sus asesores políticos y consultores electorales, con la complicidad de muchos medios, mantenerle con discreción alejado del escrutinio de la gente. No obstante, ¿hasta cuándo permanecerá en su casa, hasta cuándo seguirá midiendo cada paso con el rigor de una especie de montaje en un teatro robotizado?

Y la pregunta más importante, en función de todo lo comentado anteriormente: ¿Podría repetirse en 2020 una sorpresa análoga a la que presenciamos en 2016? ¿Estamos acaso en presencia de un extendido fenómeno de lo que los expertos denominan “falsificación de preferencias” electorales, es decir, el hecho, numerosas veces comprobado, de que en determinados contextos muchas personas, por diversas razones, esconden sus verdades privadas y emiten mentiras públicas, hasta el momento en que depositan su papeleta de votación?

¿Quiénes en estos días, en una sociedad estadounidense acosada por las protestas violentas, las amenazas de grupos irregulares, la persecución ideológica abierta o soterrada de los pregoneros de la corrección política, y el avasallamiento de los medios “progre”, quiénes, repetimos, se atreven a decir abiertamente que respaldan la reelección de Donald Trump? ¿Cómo ha afectado al electorado la violencia desatada en tantas ciudades, gobernadas por años por el Partido Demócrata, así como la amenazante actitud de quienes derriban estatuas, repudian el pasado y pretenden forzar hacia la izquierda ideológico-política el presente y futuro de Estados Unidos?

En lo que a nosotros se refiere, proseguiremos nuestras consideraciones guiados por la arriba citada admonición del gran Yogi Berra, quien también afirmó lo siguiente: “Es difícil hacer predicciones, especialmente acerca del futuro”.

lunes, 3 de agosto de 2020

Carrizal, o el latifundismo del control social – Por Luis Barragán


3 agosto, 2020

    Una versión noticiosa habla del intento de asalto de la sede policial del municipio mirandino de Carrizal por una banda de delincuentes. Otra, la dice obra de un presunto colectivo armado que diligenció el rescate de uno de sus integrantes detenido, aunque – admitimos – no logramos distinguir bien entre uno y otro caso.

    Lo cierto es que, como si no bastara con la pandemia, ocurren situaciones ya regularizadas y, supuestamente, legítimadas que colman de desesperación a los vecinos de un municipio que ha sido pacífico de compararlo con otros de la misma u otras entidades federales. Esta vez, casi anónimo el gobernador de la usurpación, actúan directa y descaradamente sus pretendidos alcaldes, como si gozaran de sendas patentes de corso para decidir el curso de los acontecimientos que les son propios y exclusivos, añadido – obviamente – el partido y los grupos paramilitares de los que se vale.

    No hay Estado de Derecho y, mucho menos, ejercicio de la autoridad, sino el empleo de la fuerza a todo evento, faltando poco, para dirimir sus diferencias: las camarillas del poder también entran en conflicto en esta suerte de nuevo latifundismo revolucionario o dizque revolucionario. Cuales siervos de la gleba, el resto de la ciudadanía ha de soportar resignado los desmanes de una inaudita violencia que se traduce en el inmediato terrorismo psicológico, so pretexto del coronavirus que, realmente, tampoco combaten.

    Vecinos refieren que jamás en Carrizal se había concretado algún colectivo armado, todo un eufemismo para el terrorismo de Estado por delegación, hasta los más recientes días. Respiran un ambiente de constante acoso, permitiéndose la intervención de otros alcaldes en los Altos Mirandinos para orientar arbitrariamente cualesquiera problemas que muy poco o nada, tienen que ver con el huésped peligroso, y más con una disposición de las personas y sus bienes de acuerdo al leal saber y entender de quienes se dicen las autoridades.

    La usurpación mirandina ha reorganizado sus fuerzas alrededor de los alcaldes  que le tributan algo más que un respeto reverencial, ejerciendo un sofocante control social que puede traducirse en una extraordinaria rentabilidad, pues, amenazada la vida personal y la propiedad privada de aquellos que intentan sobrevivirles. Latifundistas de control social, asoman la otra etapa que alcanza el régimen en su inevitable descomposición.

    @luisbarraganj

    La distribución de la miseria



    Home OPINIÓN COLUMNISTA

    By Elías Sayegh -August 3, 2020

    En los últimos años son innumerables los “aumentos” de salarios que se han anunciado. Ahora bien, ¿verdaderamente se puede decir que han habido aumentos de salarios?,¿aumentan los salarios en Venezuela?

    En economías estables los salarios se aumentan como incentivo al buen trabajo desempeñado, o por un ascenso dentro de una compañía o como estímulo a un trabajador. Estos aumentos van acompañados por un aumento en la productividad de la empresa, lo cual hace posible el aumento de salarios. En estos países la inflación es de 2% a 8%, de forma tal que el sistema garantiza y preserva los salarios.

    En economías distorsionadas como la venezolana, los “aumentos” se decretan con base en el capricho del gobierno nacional. Este aumento obedece principalmente a la variable: inflación. En realidad lo que se busca es medio mantener el nivel de los salarios, para que la inflación no los impacte, cosa que nunca se logra y que resulta imposible, principalmente por dos razones: la primera es que la inflación sube todos los días y los salarios pocas veces al año. La segunda es que el aumento de los salarios nunca llega al nivel verdadero de la inflación, de forma tal que lo que ha habido es la pérdida del poder adquisitivo y la pulverización del salario.

    La realidad en Venezuela es que un trabajador tiene el salario más bajo posiblemente de todo el planeta. Un salario que no llega a 5 dólares al mes no puede considerarse justo, ni suficiente para nadie. Cuando un ser humano trabaja de sol a sol durante al menos cinco días a la semana y su salario no le alcanza ni para comer, el problema no es él; el problema está en un sistema inhumano y obligatoriamente hay que cambiarlo porque si no la situación nunca mejorará. No podemos ser indiferentes a esta tragedia. Realmente duele esta situación.

    Durante algún tiempo el venezolano pudo sobrevivir con salarios miserables gracias a un espejismo dado por la cantidad de subsidios que el Estado asumía. La gasolina, los servicios públicos, los alimentos, las medicinas, prácticamente todo era subsidiado por Papá Estado, que durante la época de las vacas gordas lejos de invertir en infraestructura, en servicios básicos, en salud, en educación, despilfarró los recursos en lo que llamaron “inversión social”, que no era otra cosa que el financiamiento de un proyecto político que dependía de niveles astronómicos de gasto público.

    En la actualidad ese Papá Estado que podía pagar por gran parte de la vida de sus ciudadanos desapareció. Ya ni siquiera puede pagar por la parte que en cualquier país al Estado le corresponde. Esto trae como consecuencia un cambio de paradigma que muchos no entienden todavía.

    Durante muchos años el venezolano vivió con la gasolina, con servicios como la luz, el agua, el teléfono, el aseo y el gas prácticamente regalados. No es que esos servicios eran baratos, es que el Papá Estado pagaba una parte importante de esa factura. Ya no la puede pagar y entonces la situación se pone fea para un ciudadano que se da cuenta de que ya no puede afrontar el verdadero costo de las cosas.

    En este punto muchos podrían preguntar ¿por qué no se suben los salarios y le damos la posibilidad a cada ciudadano de vivir mejor? No es tan fácil como suena y para responder esa pregunta tenemos que responder primero: ¿en Venezuela se está generando más riqueza? ¿Hay mayor producción? Todos los indicadores dicen que no. Tanto en el sector público como en el privado han decrecido en cuanto a su productividad y rentas en los últimos años dramáticamente.

    Entonces, ¿cómo se puede aumentar el salario de tal forma, si las empresas están luchando por sobrevivir, por ser apenas rentables? La realidad es que ni hay más producción, ni hay mayores ventas y ahora con la pandemia la situación empeora mucho más.

    Por otro lado, ¿puede el principal empleador del país, que es el Estado, asumir un verdadero aumento de salarios como el que merecen los trabajadores venezolanos? ¿Pdvsa está produciendo más petróleo? No, de hecho está en mínimos históricos. ¿Las demás empresas estatales producen más? ¿La recaudación fiscal ha aumentado? A medida que los ingresos del sector privado bajan, la recaudación fiscal del Estado también baja. Es decir, ¿de dónde va a sacar el Estado el dinero? La respuesta es: no tienen el dinero, no pueden mantener el mismo nivel de gasto.

    Por esa razón se cumple la máxima de Churchill cuando afirmaba que el socialismo es la distribución equitativa de la miseria. Un país con ingresos miserables solo puede repartir pobreza a través de salarios que no alcanzan, salarios miserables.

    ¿Es posible salir del caos económico que hemos descrito? Absolutamente sí. Para salir del caos económico se debe destrabar el conflicto político. Se debe generar estabilidad, Paz y confianza para que el sector privado nacional y extranjero pueda invertir y generar riqueza. Si al sector privado le va bien, al sector público le irá mejor. La única forma de salir de la pobreza es generando riqueza y la mejor forma de distribuir la riqueza es la creación de puestos de trabajos bien remunerados.


    Liberalismo clásico para Venezuela (I Parte) – Por José Daniel Montenegro



    3 agosto, 2020

    Con las siguientes palabras, décadas atrás, ya nos advertía el liberal clásico venezolano Carlos Rangel sobre los peligros del estatismo que se estaba gestando en nuestro país:

    “La encrucijada dramática del intervencionismo ha dejado a Venezuela postrada y malherida por las consecuencias ineluctables del comportamiento destructivo, asfixiante y corrompido de un Estado que no asume a la población como ciudadanos sino como vasallos, semejante a un gigante de cerebro minúsculo y sin control de sus actos, y que, sin embargo, persiste en postularse como único capaz de conducir hasta en sus más mínimos detalles, la vida de una sociedad a la cual supone compuesta de eternos menores de edad, en eterna necesidad de tutela”.

    Para 1950, mientras el resto del mundo trataba de recuperarse de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela tenía el cuarto Producto Interno Bruto más rico del mundo. El país era dos veces más rico que Chile; cuatro veces más rico que Japón y doce veces más rico que China (Fuente: World Economic Forum).

    Entre 1950 y 1980, la economía venezolana disfrutó de un aparente crecimiento económico. Era una nación rica, pero dependiente de los precios del petróleo. Para 1982, Venezuela todavía era la economía más rica de Latinoamérica; pero luego de 1983, debido al impacto de una devaluación, producto de los bajos precios del petróleo, la solidez de la economía venezolana empezó a desmoronarse.

    En la década de los noventa, bajo la administración del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, la inflación que había dejado su predecesor, Jaime Lusinchi, disminuyó. El presidente venezolano intentó abrir la economía del país y liberarla; sin embargo, maniobras políticas le impidieron a Pérez continuar las reformas. Carlos Andrés Pérez, había entendido que el modelo rentista (y populista) de la socialdemocracia, las estatizaciones y la intervención gubernamental en la economía ya no era viable y había que dar un giro hacía el liberalismo, por lo menos en lo económico. Con la asunción de su sucesor, Rafael Caldera, la inflación se elevó. Y luego llegó la Revolución Bolivariana, bajo la tutela de Hugo Chávez Frías.

    El militar tomó posesión en 1998 y “fue electo con la promesa de que Venezuela podría reducir la pobreza y dar un paso adelante hacia una mejora de los estándares de la vida, al añadir más presión a los ingresos del petróleo”. “El aumento de los precios del petróleo ayudó a que esto se volviera realidad en los 2000, y luego Chávez murió en 2012”, (World Economic Forum).

    Apenas asumió Nicolás Maduro, el “hijo heredero” de Chávez, los precios del petróleo se vinieron abajo. Fue una caída drástica que generó el inicio de una ardua crisis económica. El modelo rentista venezolano no se alteró, como lo exigía el país, sino que fue profundizado bajo la administración chavista. De hecho, según la OPEP alrededor del 95 % de los ingresos de Venezuela depende todavía de las exportaciones del petróleo.

    En Venezuela se vive una crisis humanitaria, que es extremadamente desalentadora de ver en un país que alguna vez fue de los más ricos del planeta, y con la entrada del Coronavirus esta crisis se ha acrec

    entado. El caso venezolano puede (y debe) analizarse desde diferentes perspectivas, pero sin importar desde dónde se le observe, es tiempo de hacer énfasis en que esta que guarda una íntima relación con el intervencionismo estatal (moderado) que fue el preámbulo del chavismo que, una vez en el poder, comenzó una sistemática destrucción de las instituciones y las libertades individuales, profundizando el control gubernamental a un nivel nunca antes visto en nuestra historia moderna.

    Las distorsiones que hoy atraviesa Venezuela, no son causa sino consecuencia de la ausencia de libertad en cada sentido posible. Nuestra tragedia (inducida) no es un asunto que deba justificarse de forma simplista, como una consecuencia del derrumbe de los precios del petróleo en comparación con los altos precios que en su momento disfrutó la administración de Hugo Chávez, quien fue precisamente “el arquitecto”, “el precursor” de la destrucción de las iniciativas privadas, paulatinamente arrinconadas y, a través de las importaciones que permitían los petrodólares, ofrecer a los venezolanos una falsa idea de riqueza y de progreso, con la clara intención ideológica marxista de, llegado el momento, gobernar, dominar y doblegar a millones de venezolanos mediante el chantaje que permite el hambre y la necesidad generalizada de un país cada vez más dependiente de las “dadivas” del líder y su partido.

    La tragedia venezolana no sólo es un campo fértil para los más diversos experimentos sociales, sino que además es consecuencia de un experimento social macabro, inhumano, que va contra la naturaleza humana y los principios y derechos naturales más básicos y fundamentales que nos definen como individuos. Tal experimento lleva décadas gestándose, con muchos nombres y sin mostrar su verdadero rostro: el socialismo.

    Los modelos de análisis que han venido utilizando los autoproclamados “expertos”, reiteradamente hacen caso omiso de lo que podría sin duda ser la solución. Muchas de las recetas más publicitadas, no son más que las mismas viejas ideas que parten de negar la libre iniciativa individual como la raíz del árbol cuyo fruto es el progreso. En nombre del progresismo, una y otra vez se han vuelto a proponer, y peor aún, a utilizar, bajo otros nombres cada vez más seductores, las mismas fórmulas que nos han traído hasta aquí.

    Con ello queda asegurada la perpetuación de la crisis, como en una especie de eterno retorno donde el planteamiento parece ser extinguir ciertas situaciones, para acto seguido volver a crearlas asumiendo una visión circular del tiempo, y por consiguiente los acontecimientos deben seguir reglas de causalidad. Pero tal terquedad, emana del hecho, de que de tales crisis, cada día y cada vez más, viven y se lucran políticos sin escrúpulos, militares, burócratas, asesores internacionales, organismos de ayuda exterior y hasta funcionarios estatales de bajo rango.

    Continúa en una segunda entrega…

    José Daniel Montenegro Vidal 
    Coordinador estadal de Formación de Cuadros de Vente Barinas @dmontenegrov1 
    Ingeniero Mecánico


    Venezuela desde el exilio



    Home OPINIÓN COLUMNISTA

    By Antonio Ledezma -August 3, 2020

    Cuando uno se ve forzado a salir del territorio venezolano, como es el caso que atañe a más de 6 millones de compatriotas que estamos integrando la diáspora, acusamos un inevitable “dolor de patria ausente”. Al poner un pie en tierra extranjera nos asalta un escalofrío, de solo pensar que comenzará a extinguirse nuestra identidad. Los años que acumulo afuera me han ido enseñando que, afortunadamente, no es así. La angustia estribaba en el temor de que en Venezuela se extraviara la esperanza y la derrumbara la tristeza.

    Por eso me levanto a diario con mi cabeza puesta en un costado de Venezuela. Lo hago con optimismo. He aprendido que el sufrimiento se transforma en enseñanza. Y los pensamientos positivos vencen al derrotismo por aquello que decía Gandhi: “El hombre no es más que el producto de sus pensamientos, se convierte en lo que piensa”.

    Cuando llegué a Cúcuta, aquella mañanita del 17 de noviembre de 2017, recité en silencio el verso que le dedicó al maestro Rómulo Gallegos nuestro insigne poeta Andrés Eloy Blanco, en aquella circunstancia tan penosa en que sería aventado del país que gobernaba por voluntad soberana de los ciudadanos. “Vete caminando de espaldas para que sientas que estás volviendo”. Así lo hice. Y hoy, más bien compruebo que en el exilio es posible universalizar nuestro gentilicio. Confirmamos que somos un pueblo fruto de una “raza bien batida”, que más bien nos estamos reencontrando con nuestros ancestros.

    Desde el exilio es posible ver a Venezuela tal como es en su verdadera dimensión, la óptica de la distancia nos enfoca en el auténtico, justo y colosal tamaño de nuestro país. Es mucho más grande que nuestras ambiciones personales y un país más inmenso que las dificultades que lo amenazan. Venezuela es más que las parcelas partidistas, es más que los odios y rencores. Vale más que las facturas pendientes por cobrar en medio de una prolongada y perturbadora vindicta.

    Desde el exilio se hace indispensable estudiar los problemas económicos, sociales y morales más acuciantes que estremecen a nuestra gente, mientras hurgamos en las posibles fórmulas que deben aplicarse para ayudar a repensar al país desarrollado, con paz y con progreso que aspiramos edificar, desde las ruinas que deja esta narcotiranía.

    Desde el exilio se nos hace más potable la lección implícita en las experiencias de otros pueblos y naciones que desde el desastre en que fueron reducidas por guerras, pandemias o accidentes naturales, se elevaron a condiciones para nosotros ejemplarizantes y por lo tanto dignas de tomar en cuenta, para estar listos a la hora de emprender la tarea de la reconstrucción de Venezuela.

    Aprender como Singapur, que sin tener ni siquiera fuentes de agua dulce, después de haber sido desahuciado por Inglaterra y Malasia, es hoy una referencia mundial de progreso. Ya no se habla de un pedazo de tierra con gente desesperada, sino de “la perla de Asia”. De la miseria pasaron a ser uno de los más pujantes centros financieros del mundo, “el lugar que produce más millonarios y el más costoso para vivir”, de acuerdo con un estudio de la Economist Intelligence Unit.

    Estando en un seminario sobre Democracia y Desarrollo, realizado en Buenos Aires, patrocinado por la Fundación Libertad, presidida por Gerardo Bongiovanni, quien nos invitó a participar junto con el maestro Mario Vargas Llosa, oímos a expertos en economía, resaltar cómo Singapur se transformó en un Estado autónomo conducido por Lee Kuan Yew, el hombre que asumió el cargo de primer ministro por más de 30 años, siendo el artífice del llamado “milagro económico”. “Singapur se dispuso a facilitar atractivos incentivos a los inversionistas extranjeros para atraerlos al país, abrió el libre flujo de capital y firmó importantes acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, China, la Asociación de Naciones del Sureste Asiático y la Unión Europea”.

    Aprender de Noruega, que logró fundar y activar su fondo donde ha colocado ahorros extraordinarios de trillones de dólares que aseguran el futuro de los noruegos, como lo ha destacado, con justificada nostalgia, el exministro Miguel Rodríguez.

    Aprender de cómo Vietnam saltó de ser una economía de planificación marxista y un país asediado por la pobreza, a una potencia del sureste asiático, con un cada día más creciente desarrollo económico, avanzando de 6%-7% interanual, en el transcurso de estos últimos 20 años. En Ginebra tuve la oportunidad de conversar con líderes vietnamitas en el foro organizado por Geneva Summit for Human Rights and Democracy, que gentilmente cubrieron nuestra logística. Allí, escuchando los relatos de ellos confirmé, que más que “un milagro”, lo consolidado en Vietnam es consecuencia del esfuerzo combinado de sus gobernantes y sus ciudadanos.

    Aprender de la experiencia alemana, tal como lo analizamos con un grupo de venezolanos reunidos en Berlín, gracias a la buena voluntad del embajador Erik Becker, con ocasión de un recorrido que hicimos por Alemania en diciembre de 2017.

    Luego de ser honrado con el premio Sàjarov, el Parlamento Europeo organizó y costeó una gira con la presencia de los laureados. Fue así como se hizo posible ese debate entre exiliados venezolanos que intercambiamos impresiones sobre ese “milagro económico alemán”, que hizo factible la veloz recuperación y desarrollo de la economía de Alemania occidental y Austria, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.

    Sin duda, más que un milagro, también concluimos -como en la visión vietnamita- que esa reconstrucción fue producto de un inmenso esfuerzo de los ciudadanos, de los políticos estadistas, de los sectores empresariales, de sus trabajadores y del apoyo de la comunidad internacional, vía Plan Marshall. Ah, y sin falsos nacionalismos.

    Es también lo que pretendemos obtener los venezolanos: auxilio financiero. Mientras renegociamos la deuda, recuperamos los capitales robados y aplicamos en el terreno del país una estrategia monetaria adecuada, un flujo de recursos para levantar las industrias, revaluamos el campo productivo, rehabilitamos la infraestructura, sacamos progresivamente a la gente del atolladero de la pobreza, con programas sociales lejos de la humillación a las personas, creamos las condiciones para captar inversionistas privados que hagan posible reactivar las 13 cuencas petroleras, explotar racionalmente el gas, el acero, hierro, bauxita, carbón, oro, diamantes, y otros tantos minerales en el entendido que no podemos depender de ninguno de esos Comoditas, sino que hay que ensanchar la economía, trabajar con la ciencia y la tecnología, investigar, inventar, emprender y que los ciudadanos disfruten de empleos con calidad, de buenos servicios, plena garantía de sus derechos humanos y se conviertan en emprendedores y ciudadanos-propietarios.

    En Alemania, el método seleccionado por Schiller fue el Globalsteuerung, o dirección global, una línea de acción mediante la cual el gobierno no intervendría en el menudeo de la economía. Tal como ha ocurrido, desgraciadamente, en Venezuela. Esas rocambolescas andanzas de un Estado tomando aceites Diana o café Fama de América, arrasando con Lácteos Los Andes, expropiando centrales azucareros, hoteles, emisoras de radio o estaciones de televisión, también fincas productivas para instalar los “gallineros verticales”, mientras liquida empresas de servicios como Agroisleña. Esas pautas disparatadas, además de populistas e intervencionistas, tienen que ser intervenciones definitivamente clausuradas para que se imponga un modelo con una agenda que contemple las coordenadas que fomentarían el crecimiento económico y humano no inflacionario, con unas políticas bien delineadas y comunicadas que se apliquen sin zigzagueo ni intervalos.

    La llamada “economía social de mercado” tuvo su origen en la Alemania Occidental de la posguerra y ha sido la receta que desde entonces brilla como política de Estado. En el ojo de aquel huracán, dos acontecimientos representaron las pócimas milagrosas de Alemania: El Plan Marshall y las cartillas liberales asumidas por el ministro Ludwig Erhard, a quien se le atribuye la autoría del fenómeno.

    No pretendo sugerir que dichas experiencias sean calcadas para Venezuela, somos realidades diferentes. Pero sin menoscabo de las libertades y la clara empatía con los sagrados derechos humanos, no estaría mal estudiar a fondo estos modelos, porque de seguro algo bueno para Venezuela podemos destilar. Además, haciendo justicia y siendo leal al segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, tomar en cuenta ese Gran Viraje que estaba haciendo posible crecer nuestra economía en 10 puntos, incrementar la producción petrolera en más de un millón de barriles, reducir el intervencionismo estatal, iniciar la descentralización y empujar importantes reformas fiscales y monetarias.

    @alcaldeledezma


    Hegemonía tóxica



    Home OPINIÓN COLUMNISTA

    By Fernando Luis Egaña -August 3, 2020

    Algo tóxico es algo que contiene veneno o produce envenenamiento. Normalmente es una sustancia natural o una sustancia elaborada por el hombre para tal fin. Pero un régimen político también puede ser tóxico. Y la hegemonía que todavía impera en Venezuela, lo es por dónde se le mire. La hegemonía no solo despotiza, o depreda, o corrompe y envilece, sino que también envenena. Lejos de tener la más mínima capacidad curativa o bienhechora, a pesar de la intensa y masiva propaganda al respecto, todo lo que toca lo envenena. No se conforma con destruir, sino con destruir envenenando.

    Una de las manifestaciones más notorias de ese veneno es la corrosión de los valores de la cultura democrática, que tanto costó ir construyendo a lo largo de las décadas de luchas y enormes sacrificios. ¿Venezuela llegó a tener una cultura democrática ideal? No. Pero su vida pública se fue desarrollando en un ambiente de pluralismo y fundamento institucional, la llamada República Civil, un período de excepción en nuestra historia y en la historia de América Latina. ¿Queda algo de eso? Sí. Sin duda que sí. Pero todo el poder de la hegemonía busca matarlo con veneno.

    En esas condiciones no se puede formar parte de los tejemanejes que la hegemonía inventa, para justificar su continuismo en nombre de la democracia. Hacerlo es colaborar con los intereses hegemónicos, es decir con la destrucción del país. Hay voceros de reconocida experiencia que por ahí andan. Prefiero no decir más. Comicios envenenados, pretendidos diálogos, también envenenados, todo sigue un mismo patrón: ganar tiempo para desanimar a la inmensa mayoría que rechaza la tragedia que se padece.

    La unidad de la oposición política no debe ser bajo los términos e imposiciones de la hegemonía tóxica. Ello sería un contrasentido. La unidad es un medio para un fin: el cambio del poder establecido y el inicio de un proceso difícil de reconstrucción de la democracia. Si ese medio conduce a ese fin, muy bien. Y me pregunto: ¿es el caso actual? Creo que la pregunta no es compleja de responder. Y tampoco lo debería ser el que nos demos cuenta de que los mandoneros del poder están envenenando a la nación.


    El eje globalista de la maldad



    Home OPINIÓN COLUMNISTA

    By Asdrúbal Aguiar -August 3, 2020

    Transcurridas dos generaciones desde su toma del poder en Cuba, el 26 de julio de 1989 predica Fidel Castro lo que le es elemental. “Si mañana o cualquier día nos despertásemos… con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aún en esas circunstancias Cuba y la revolución cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!”, afirma.

    El pacto de estabilidad cubana y su vocación expansiva y metastásica hacia América Latina ya dura, así, cuatro generaciones. Sin dejar de ser lo que es en su conocida y malvada entraña, lejos de la formal prédica marxista que inaugura 30 años atrás, en 1959, se remoza para fluir durante los 30 años que siguen al paulatino ingreso del mundo en la Era de la Inteligencia Artificial y la disolución de los Estados, a partir de 1989. Sus albaceas se declaran socialistas del siglo XXI, lo que el propio Castro califica –para manipular a propios y espantar a tontos– como “comunismo… el que el propio Marx definió como comunista”.

    Se trata de un cambio de empaque, para que fluyan los negocios de siempre y esta vez en el mercado de otra generación mejor ganada para la política de descarte y al detal, negada a los sólidos culturales, desasida de raíces.

    Imposible contar ese pacto de estabilidad con un mejor contexto para lo que tanto le ha costado sostener en pie, al punto de tener que sacrificar, casualmente en ese mismo año de 1989, a su operador mayor, el general Arnaldo Ochoa.

    Con vistas al período que sigue y se inaugura en 2019 con una pandemia de orígenes chinos y para conjurar las otras rémoras que le han desnudado en su procacidad utilitaria y durante los 30 años precedentes, el narcofidelismo y sus socios –he allí el Grupo de Puebla o su mascarón de proa– regresan otra vez a las aguas bautismales.

    El peso de Odebrecht, la pauperización de su barco emblema y fuente nutricia que ha sido la hoy exangüe Venezuela, les impone un nuevo realineamiento estratégico. Según parece, excluye, sin que lo hagan evidente, al guachimán colombo-venezolano, prescindible como Ochoa, Nicolás Maduro.

    Esperan controlar a Colombia. Ya tienen a manos, sin pedirlo de su gobierno ni que este se declare “progresista”, el territorio hondureño. Y de Nicaragua ni se diga. Son los puentes de entrada hacia el territorio norteamericano vía México, cuyo gobernante, Andrés Manuel López Obrador, recién ordena liberar y dejar de perseguir al hijo del Chapo Guzmán.

    La nueva franquicia es la corrección política, el así llamado globalismo a secas y su nutriente intelectual, el progresismo, para un más efectivo y renovado mercadeo de las drogas y sus dineros sucios, manchados de sangre inocente.

    Joseph Nye apunta bien que el citado neologismo –el globalismo como marca renovada de la franquicia que deje atrás al socialismo del siglo XXI– se refiere a los movimientos de integración y fragmentación identitarias que implican a tribus y naciones, colectividades y nacionalidades, grupos y clases sociales, trabajo y capital, etnias y religiones, desdibujado como se encuentra el orden mundial de los Estados (Octavio Ianni, La Era del Globalismo, Siglo XXI Editores, 1999). Es el clásico divide y vencerás que emerge de manera espontánea por obra de la globalización y que ayer no sabe aplicar Luis XVI, para contener a los jacobinos durante la Revolución Francesa y frenar su régimen del terror.

    De modo que, mientras unos quieren ser-como-el-centro ajeno y extraño y otros intentan ser-nosotros-mismos (Eduardo Devés-Valdés, Pensamiento periférico: una tesis interpretativa global, Ariadna Ediciones, 2018) al cabo, en la dispersión que avanza, todos, sufriendo un igual daño antropológico hemos dejado de ser-hombres-racionales y mudado en realidades periféricas, prescindibles, narcisistas, incapaces de autogobernarse, procreadoras de la indignación de los egoísmos descentrados, esos que laten tras la violencia de calle que recorre al Occidente. Entre tanto el narcoglobalismo celebra a sus anchas.

    Lo primordial a destacar es el móvil de la lucha agonal que contra USA llevan a cabo ajenos y propios, dentro de su territorio, no por ser capitalista sino por lo que el Foro y sus aliados del “progresismo” no están dispuestos a tolerar, la “guerra andina contra el narcotráfico”. Eso rezan los documentos del primero.

    ¿Acaso se olvida que llegado 1999 Hugo Chávez pacta en agosto, por escrito, su alianza con el narcotráfico colombiano y las FARC? ¿No se recuerda que en 2005 José Luis Rodríguez Zapatero esgrime su Alianza de Civilizaciones para evitar que Estados Unidos persiga al terrorismo? ¿O que, en 2016, Evo Morales afirma ante la propia ONU que la lucha contra el narcotráfico es el instrumento del imperialismo para oprimir a los pueblos?

    Sea lo que fuere, para reflotar y situarse ante los desafíos de la globalización, en pleno COVID-19 se coluden el Foro de Sao Paulo y el Partido de la Izquierda Europea. Declaran con solemnidad que “las fuerzas gobernantes de derecha benefician a los sectores financieros, … contaminan el medio ambiente, causan pérdida de soberanía” [e] incentivan “el odio, la xenofobia, el autoritarismo y el miedo”. Es el narcoglobalismo en acción. Es el telón que oculta a la obra en acto, la del control por el narcotráfico del gobierno digital global que desborda a los actores de los Estados y domina las transacciones virtuales, los espacios por los que discurre y sobre todo vigila e informa de “modo conveniente” a la gente, incluso a las replegadas en sus madrigueras de cuarentena. Algo acabadamente orwelliano.

    correoaustral@gmail.com


    El Nacional: 77 años de vida

    Home  OPINIÓN  EDITORIAL


    El diario El Nacional alcanza 77 años de vida este 3 de agosto. El aniversario ocurre en medio de una verdadera catástrofe económica, social, sanitaria, ambiental y política. Hablo de catástrofe, porque de eso se trata: de una Venezuela empobrecida y menoscabada en todas sus dimensiones.

    Sin embargo, a pesar de la incalculable acumulación de adversidades, siento que es mi deber llamar la atención sobre lo que este aniversario representa, en muchos sentidos. En primer lugar, quiero resaltar que es una categórica demostración de persistencia: firme voluntad de no entregarnos, de no abandonar los deberes a los que nos hemos mantenido apegados por 77 años.

    Tal como ha ocurrido al conjunto de las empresas privadas en Venezuela, también la nuestra ha sido sometida por más de dos décadas, a leyes y medidas cuyo objetivo no era otro que conducirnos al cierre de las operaciones. En el caso particular de El Nacional, la dictadura ha desatado su enorme poder para perseguirnos y liquidarnos. El acoso ha sido constante, ilimitado y en todos los campos que el ciudadano pueda imaginar. El régimen se ha abalanzado sobre nuestra organización, pero también sobre nuestros trabajadores y periodistas, sobre los directivos y propietarios. Han lanzado acusaciones carentes de todo fundamento, y muchos de nosotros, del mismo modo que ha pasado con miles y miles de venezolanos, nos hemos visto obligados a tomar el doloroso camino del exilio. Cada venezolano que está en el exilio tiene el dolor de su patria, ve con horror la destrucción del país, las terribles separaciones familiares. Que nadie diga que el exilio es fácil. En mi nombre puedo afirmar que día a día aporto mi grano de arena por una Venezuela libre y no descansaré hasta publicar ese titular que tanto he ofrecido: Venezuela regresa a la democracia.

    Si El Nacional ha logrado seguir informando, ello se debe a los esfuerzos, sacrificios y empeños de periodistas, fotógrafos, trabajadores y empleados de distintas especialidades, y por supuesto, a una gerencia, liderada por Jorge Makriniotis, que con mucho valor y estrategia sortea una crisis sin parangón. Las demostraciones de profesionalismo y compromiso con los lectores, que no se han interrumpido a lo largo de este período de extrema dificultad, no solo han constituido la fuerza que nos ha traído hasta aquí, sino que son la energía con la que continuaremos los próximos años y décadas.

    Este aniversario, así lo creo, debería servirnos para volver a considerar el valor fundamental que la libertad de expresión tiene para el progreso de las sociedades. Que el régimen que ha empobrecido a las familias venezolanas de forma sistemática haya sido también un sistemático destructor de centenares de medios de comunicación pone en evidencia la absoluta prioridad que el derecho de informar y el derecho de estar informados tienen para garantizar el funcionamiento de la democracia y el respeto a los derechos humanos. Cada vez que el poder destruye un medio de comunicación está despejando el terreno para actuar en contra de las condiciones de vida de la sociedad venezolana.

    Que El Nacional cumpla 77 años en las degradantes condiciones de hoy no es un hecho fortuito. Es el producto de un genuino espíritu de resistencia y de una adhesión irrenunciable a la obligación de mantener informados a los cientos de miles de lectores que, dentro y fuera de Venezuela, confían en nuestra trayectoria y en nuestro trabajo de todos los días.

    A todos los ciudadanos que aspiran a una Venezuela democrática, donde la vida transcurra en un ambiente de progreso y libertades, les pedimos: aférrense a la esperanza de que el cambio lo vamos a lograr todos unidos, y les decimos: cuenten con El Nacional ahora y en los tiempos por venir. No cesaremos en el cumplimiento de nuestra obligación de continuar produciendo un periodismo independiente, ni tampoco abandonaremos la lucha por una vida mejor.