lunes, 3 de agosto de 2020

Liberalismo clásico para Venezuela (I Parte) – Por José Daniel Montenegro



3 agosto, 2020

Con las siguientes palabras, décadas atrás, ya nos advertía el liberal clásico venezolano Carlos Rangel sobre los peligros del estatismo que se estaba gestando en nuestro país:

“La encrucijada dramática del intervencionismo ha dejado a Venezuela postrada y malherida por las consecuencias ineluctables del comportamiento destructivo, asfixiante y corrompido de un Estado que no asume a la población como ciudadanos sino como vasallos, semejante a un gigante de cerebro minúsculo y sin control de sus actos, y que, sin embargo, persiste en postularse como único capaz de conducir hasta en sus más mínimos detalles, la vida de una sociedad a la cual supone compuesta de eternos menores de edad, en eterna necesidad de tutela”.

Para 1950, mientras el resto del mundo trataba de recuperarse de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela tenía el cuarto Producto Interno Bruto más rico del mundo. El país era dos veces más rico que Chile; cuatro veces más rico que Japón y doce veces más rico que China (Fuente: World Economic Forum).

Entre 1950 y 1980, la economía venezolana disfrutó de un aparente crecimiento económico. Era una nación rica, pero dependiente de los precios del petróleo. Para 1982, Venezuela todavía era la economía más rica de Latinoamérica; pero luego de 1983, debido al impacto de una devaluación, producto de los bajos precios del petróleo, la solidez de la economía venezolana empezó a desmoronarse.

En la década de los noventa, bajo la administración del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, la inflación que había dejado su predecesor, Jaime Lusinchi, disminuyó. El presidente venezolano intentó abrir la economía del país y liberarla; sin embargo, maniobras políticas le impidieron a Pérez continuar las reformas. Carlos Andrés Pérez, había entendido que el modelo rentista (y populista) de la socialdemocracia, las estatizaciones y la intervención gubernamental en la economía ya no era viable y había que dar un giro hacía el liberalismo, por lo menos en lo económico. Con la asunción de su sucesor, Rafael Caldera, la inflación se elevó. Y luego llegó la Revolución Bolivariana, bajo la tutela de Hugo Chávez Frías.

El militar tomó posesión en 1998 y “fue electo con la promesa de que Venezuela podría reducir la pobreza y dar un paso adelante hacia una mejora de los estándares de la vida, al añadir más presión a los ingresos del petróleo”. “El aumento de los precios del petróleo ayudó a que esto se volviera realidad en los 2000, y luego Chávez murió en 2012”, (World Economic Forum).

Apenas asumió Nicolás Maduro, el “hijo heredero” de Chávez, los precios del petróleo se vinieron abajo. Fue una caída drástica que generó el inicio de una ardua crisis económica. El modelo rentista venezolano no se alteró, como lo exigía el país, sino que fue profundizado bajo la administración chavista. De hecho, según la OPEP alrededor del 95 % de los ingresos de Venezuela depende todavía de las exportaciones del petróleo.

En Venezuela se vive una crisis humanitaria, que es extremadamente desalentadora de ver en un país que alguna vez fue de los más ricos del planeta, y con la entrada del Coronavirus esta crisis se ha acrec

entado. El caso venezolano puede (y debe) analizarse desde diferentes perspectivas, pero sin importar desde dónde se le observe, es tiempo de hacer énfasis en que esta que guarda una íntima relación con el intervencionismo estatal (moderado) que fue el preámbulo del chavismo que, una vez en el poder, comenzó una sistemática destrucción de las instituciones y las libertades individuales, profundizando el control gubernamental a un nivel nunca antes visto en nuestra historia moderna.

Las distorsiones que hoy atraviesa Venezuela, no son causa sino consecuencia de la ausencia de libertad en cada sentido posible. Nuestra tragedia (inducida) no es un asunto que deba justificarse de forma simplista, como una consecuencia del derrumbe de los precios del petróleo en comparación con los altos precios que en su momento disfrutó la administración de Hugo Chávez, quien fue precisamente “el arquitecto”, “el precursor” de la destrucción de las iniciativas privadas, paulatinamente arrinconadas y, a través de las importaciones que permitían los petrodólares, ofrecer a los venezolanos una falsa idea de riqueza y de progreso, con la clara intención ideológica marxista de, llegado el momento, gobernar, dominar y doblegar a millones de venezolanos mediante el chantaje que permite el hambre y la necesidad generalizada de un país cada vez más dependiente de las “dadivas” del líder y su partido.

La tragedia venezolana no sólo es un campo fértil para los más diversos experimentos sociales, sino que además es consecuencia de un experimento social macabro, inhumano, que va contra la naturaleza humana y los principios y derechos naturales más básicos y fundamentales que nos definen como individuos. Tal experimento lleva décadas gestándose, con muchos nombres y sin mostrar su verdadero rostro: el socialismo.

Los modelos de análisis que han venido utilizando los autoproclamados “expertos”, reiteradamente hacen caso omiso de lo que podría sin duda ser la solución. Muchas de las recetas más publicitadas, no son más que las mismas viejas ideas que parten de negar la libre iniciativa individual como la raíz del árbol cuyo fruto es el progreso. En nombre del progresismo, una y otra vez se han vuelto a proponer, y peor aún, a utilizar, bajo otros nombres cada vez más seductores, las mismas fórmulas que nos han traído hasta aquí.

Con ello queda asegurada la perpetuación de la crisis, como en una especie de eterno retorno donde el planteamiento parece ser extinguir ciertas situaciones, para acto seguido volver a crearlas asumiendo una visión circular del tiempo, y por consiguiente los acontecimientos deben seguir reglas de causalidad. Pero tal terquedad, emana del hecho, de que de tales crisis, cada día y cada vez más, viven y se lucran políticos sin escrúpulos, militares, burócratas, asesores internacionales, organismos de ayuda exterior y hasta funcionarios estatales de bajo rango.

Continúa en una segunda entrega…

José Daniel Montenegro Vidal 
Coordinador estadal de Formación de Cuadros de Vente Barinas @dmontenegrov1 
Ingeniero Mecánico



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