miércoles, 30 de septiembre de 2020

Cuba, Irán y Venezuela, trilogía macabra

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Por
 El Nacional
 -

Con este asunto de los padrinos mágicos del régimen va a pasar igual que con los escandalosos hallazgos de la misión especial de la ONU que corroboró las terribles violaciones de los derechos humanos: la espantosa verdad nos estallará en la cara cuando ya no haya por dónde escapar.

Muchos han sido los que han advertido de los estrechos vínculos que tienen los regímenes cubanos y venezolanos. La dictadura de la isla ha servido de ejemplo y de guía durante más de 20 años, y como resultado, se felicitan por el éxito al conseguir el sometimiento del pueblo venezolano a la cúpula rojita.

Ya se sabe, como lo expuso la organización Prisoner Defenders, que Cuba usa a los médicos que envía a Venezuela para más que regalar aspirinas. Han sido años de infiltración hasta en las acciones más cotidianas. Ahora hay muchos profesionales cubanos que reniegan de las órdenes que recibieron, pero todavía quedan los que hacen el trabajo sucio.

Esa infiltración llega a los últimos rincones del Estado, como las fuerzas armadas e incluso los colectivos, y son los responsables del entrenamiento de muchos de los agentes de los cuerpos de seguridad responsables de reprimir a la gente cansada de vivir tanta miseria.

Y por si fuera poco tener como respaldo a la macabra dictadura cubana, el otro factor de la ecuación es el régimen iraní, que ahora con toda desfachatez aclara lo que muchos ya habían denunciado, que se han llenado de oro venezolano a cambio de gasolina y asesores.

Aunque suene a cliché, las malas juntas del régimen venezolano hablan mucho de su propia naturaleza. No es que hayan tenido la intención de negarlo. Eso era antes, cuando a Chávez le encantaba mantener las apariencias. Ahora van por la calle del medio sin importarles que los llamen criminales, terroristas o dictadores.

El respaldo del régimen iraní le ha dado oxígeno a una cúpula cruel que lo que quiere es terminar de ahogar a la gente. No les importa a cuál precio, están dejando al país sin respaldo económico. Y está visto que los iraníes no son carmelitas descalzas, pues la posición estratégica de Venezuela la hace la joya de la corona. Estar apostados al norte de Suramérica es una excelente recompensa por los favores recibidos.

Y eso que solo mencionamos esta trilogía del terror, sin contar con los narcos y las FARC. El chavismo ha demostrado ser un tumor difícil de extirpar.

Creo más en Yaracuy que en la ONU

 

Expresidente de AD pide renovar autoridades partidistas | Noticias Candela

Por Víctor A. Bolívar –

September 30, 2020

“No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso”. Walt Whitman

Insistiremos en poner el acento en la mayor o menor viabilidad de las salidas que se proponen para resolver la gran tragedia de un país que ya se desdibuja en el imaginario del venezolano. Con esa angustia, entre tanta penuria, está ganado a creer todo aquello que lleve consigo cualquier expectativa. Solo hemos pedido sinceridad desde estas líneas, pues, como bien dice un buen amigo “tantos orgasmos fallidos dejan un desencanto insalvable”.

Dos hechos trascendentales para el país, aún en curso, lo constituyen la invocación de la responsabilidad de proteger (R2P) en el marco de la Asamblea de la ONU y la reactivación -por combustión espontánea- de fuertes protestas de calle, con Yaracuy como epicentro. Desde esta columna, hemos abordado, en extenso, el tema de la eficacia y viabilidad de posibles salidas propuestas en el ámbito internacional, como también de aquellas que pudieran surgir en una Venezuela contestataria que pase a la acción, dejando la sumisión.

Con respecto a la propuesta del R2P, tantas veces requerida y pocas veces entendida, debemos asumirla en su verdadero alcance: Mostrar al mundo entero el alto grado de desesperación que nos lleva al extremo de su invocación. Articulada con el informe elaborado por la Misión de Determinación de los Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, específicamente en lo que refiere a la perpetración de delitos de lesa humanidad, la pertinencia de la solicitud es incuestionable. Pudiera tener sentido a los efectos de una mayor sensibilización de la comunidad internacional y, posiblemente, alguna disuasión en el accionar criminal de aquellos que al descubierto quedan por los términos del informe. Igual puede imprimirle alguna fuerza a la iniciativa en la jurisdicción penal internacional. Hasta allí.

Entendemos su aprovechamiento para denunciar el drama nacional, pese a su obviedad, pero sería irresponsable hacerle ver a los venezolanos que de verdad tenemos por delante una panacea que resuelva nuestros problemas. De la ONU y sus órganos poco podemos esperar los venezolanos para la efectiva y definitiva solución de la grave crisis humanitaria que nos aqueja. Su estructura burocrática e instrumentos normativos son limitantes insalvables; principalmente el Consejo de Seguridad que por su integración y el derecho a veto impedirían una acción sintonizada con nuestra terrible realidad. Allí va a parar nuestra solicitud y allí van a morir nuestras expectativas. Sería absolutamente irreal creer que China y Rusia le den paso franco; y mucho más irreal, que ambos países pasen a ser factores de solución cuando son parte esencial de nuestro problema. Los venezolanos debemos entender que puede solo venir apoyo puntual de la ONU que nos ayude a sobrellevar la crisis, pero no nos la resolverán. A este régimen les resbalará cualquier otra sanción emanada de la ONU, saben que jamás vendrían los cascos azules.

La misma suerte corren las expectativas sobre el informe y una cónsona decisión por la mayoría de los integrantes del Consejo de Derechos Humanos, entre los que se encuentran países de la misma cilindrada que tiene este régimen en materia de violación de DDHH como son Nicaragua, Somalia, Filipinas, Sudán, China, Libia, Nigeria, Eritrea y la República Democrática del Congo, entre otros. ¿Así, o más claro?

La Venezuela contestataria, ya en efervescencia con su epicentro en el valiente Yaracuy, por su lado, representa sí una viva llama que no ha podido extinguir el régimen. Es el corazón que aún late para desconcierto de los perpetradores de la destrucción del país. Es salir de la animación suspendida, en la que nos postró la sumisión, para desafiar con coraje a la dictadura y vencerla. Solo falta un liderazgo genuino que no calcule sus pasos en función de intereses partidistas.

Definitivamente, creo más en Yaracuy que en la ONU.

“No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso”. Walt Whitman

Insistiremos en poner el acento en la mayor o menor viabilidad de las salidas que se proponen para resolver la gran tragedia de un país que ya se desdibuja en el imaginario del venezolano. Con esa angustia, entre tanta penuria, está ganado a creer todo aquello que lleve consigo cualquier expectativa. Solo hemos pedido sinceridad desde estas líneas, pues, como bien dice un buen amigo “tantos orgasmos fallidos dejan un desencanto insalvable”.

Dos hechos trascendentales para el país, aún en curso, lo constituyen la invocación de la responsabilidad de proteger (R2P) en el marco de la Asamblea de la ONU y la reactivación -por combustión espontánea- de fuertes protestas de calle, con Yaracuy como epicentro. Desde esta columna, hemos abordado, en extenso, el tema de la eficacia y viabilidad de posibles salidas propuestas en el ámbito internacional, como también de aquellas que pudieran surgir en una Venezuela contestataria que pase a la acción, dejando la sumisión.

Con respecto a la propuesta del R2P, tantas veces requerida y pocas veces entendida, debemos asumirla en su verdadero alcance: Mostrar al mundo entero el alto grado de desesperación que nos lleva al extremo de su invocación. Articulada con el informe elaborado por la Misión de Determinación de los Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, específicamente en lo que refiere a la perpetración de delitos de lesa humanidad, la pertinencia de la solicitud es incuestionable. Pudiera tener sentido a los efectos de una mayor sensibilización de la comunidad internacional y, posiblemente, alguna disuasión en el accionar criminal de aquellos que al descubierto quedan por los términos del informe. Igual puede imprimirle alguna fuerza a la iniciativa en la jurisdicción penal internacional. Hasta allí.

Entendemos su aprovechamiento para denunciar el drama nacional, pese a su obviedad, pero sería irresponsable hacerle ver a los venezolanos que de verdad tenemos por delante una panacea que resuelva nuestros problemas. De la ONU y sus órganos poco podemos esperar los venezolanos para la efectiva y definitiva solución de la grave crisis humanitaria que nos aqueja. Su estructura burocrática e instrumentos normativos son limitantes insalvables; principalmente el Consejo de Seguridad que por su integración y el derecho a veto impedirían una acción sintonizada con nuestra terrible realidad. Allí va a parar nuestra solicitud y allí van a morir nuestras expectativas. Sería absolutamente irreal creer que China y Rusia le den paso franco; y mucho más irreal, que ambos países pasen a ser factores de solución cuando son parte esencial de nuestro problema. Los venezolanos debemos entender que puede solo venir apoyo puntual de la ONU que nos ayude a sobrellevar la crisis, pero no nos la resolverán. A este régimen les resbalará cualquier otra sanción emanada de la ONU, saben que jamás vendrían los cascos azules.

La misma suerte corren las expectativas sobre el informe y una cónsona decisión por la mayoría de los integrantes del Consejo de Derechos Humanos, entre los que se encuentran países de la misma cilindrada que tiene este régimen en materia de violación de DDHH como son Nicaragua, Somalia, Filipinas, Sudán, China, Libia, Nigeria, Eritrea y la República Democrática del Congo, entre otros. ¿Así, o más claro?

La Venezuela contestataria, ya en efervescencia con su epicentro en el valiente Yaracuy, por su lado, representa sí una viva llama que no ha podido extinguir el régimen. Es el corazón que aún late para desconcierto de los perpetradores de la destrucción del país. Es salir de la animación suspendida, en la que nos postró la sumisión, para desafiar con coraje a la dictadura y vencerla. Solo falta un liderazgo genuino que no calcule sus pasos en función de intereses partidistas.

Definitivamente, creo más en Yaracuy que en la ONU.

Darle la vuelta a la tortilla

 El Editorial


Esa expresión tan castiza que pretende explicar cómo se cambia de postura, es algo que vemos ya aparecer en los comentarios u opiniones más serios en las redes sociales.

Podemos constatar que la praxis de descargar el desasosiego y las frustraciones sobre la cabeza de Guaidó no sirven de nada para darle de una buena vez la vuelta a una tortilla que se está quemando en la sartén.

Guaidó y su interinato son lo único que queda de una legitimidad constitucional que la dictadura ha sistemáticamente erosionado, violando y desconocido desde su apropiación indebida del poder. La lucha del régimen por apoderarse de ese reducto legítimo, reconocido mundialmente por más de 60 países, es el eslabón que le falta por armar la dictadura perfecta, erigiendo la muralla que nos aleje para siempre de cualquier resquicio de democracia.

Algunos ilusos siguen creyendo que entregándole el blasón de una Asamblea Nacional a la medida se abriría una rendija para que algún día, en un futuro indeterminado, retornemos a una democracia real y funcional. Pareciera que viven en la comedia de Shakespeare Sueños de una noche de verano, porque sin darse cuenta -o a lo mejor sí, porque eso es lo que les conviene-, nos están llevando sin remedio a una tragedia que ni Sofocles ni Esquilo hubieran podido dramatizar mejor.

Voltear la tortilla no es otra cosa que unir propósitos, enmendar errores y luchar juntos para, como hemos venido diciendo, poner todo empeño, voluntad, coraje y solidaridad para terminar de derribar el mito de que no hay manera que caiga el muro de la dictadura. ¿Acaso los venezolanos somos menos que los polacos, alemanes, chilenos, brasileños, uruguayos, argentinos y tantos otros países que por sí mismos supieron sacudirse el yugo de feroces dictaduras?

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martes, 29 de septiembre de 2020

Borrell buscando El Dorado

 Home  OPINIÓN  EDITORIAL


Borrell sobre el acuerdo humanitario entre Guaidó y el régimen: El diálogo entre las partes es fundamental para avanzar
Foto: David Sassolo

A la manera de los conquistadores españoles, que por años siguieron infructuosamente la pista de la ficticia ciudad de oro situada en medio de las selvas americanas, el señor Josep Borrell anda en busca de una quimera en Venezuela. La diferencia es que esta vez nadie parece preparado a escribir novelas al respecto.

Arturo Uslar Pietri produjo sobre el tema la magnífica narración titulada El camino de El Dorado, a nuestro modo de ver una de sus obras mejor logradas y tal vez no lo suficientemente valorada por la crítica. Miguel Otero Silva, en su también estupenda novela Lope de Aguirre, Príncipe de la Libertad, retrató con maestría los rasgos psicológicos de un incansable y fanático conquistador, que anduvo por Venezuela y sucumbió repetidamente ante el mito de la ciudad perdida. La maravillosa película del director alemán Werner Herzog, Aguirre, la ira de Dios, resulta por cierto un ilustrativo complemento de las novelas de Uslar Pietri y Otero Silva, pues muestra con impactantes imágenes y la notable actuación del protagonista principal la insaciable codicia, la inagotable capacidad para hacerse ilusiones y fabricar fantasías que impulsaba a esos hombres, cegados por el brillo de un Dorado imaginario.

Josep Borrell y sus emisarios, encargados de la poco envidiable tarea de negociar algún tipo de arreglo que permita a la Unión Europea, y en especial al gobierno español, hacer comparsa a las elecciones planificadas por el régimen de Nicolás Maduro, no es personaje novelesco. Sus misiones carecen de cualquier rasgo épico y se concentran más bien en gestionar asuntos poco claros, con metas casi nunca dignas de aplauso. Pero en un punto los trámites de Borrell traen a la mente los tropiezos de sus antepasados en América. El responsable de la política exterior europea, antes ministro del gobierno español y hombre de confianza de Pedro Sánchez, deambula de igual modo en busca de una ficción. En su caso, la fantasía consiste en creer que el régimen de Maduro ha estado, está o estará dispuesto a subirse al patíbulo y llevar a cabo unas elecciones “limpias, justas y transparentes”, que sin la menor duda significarían la derrota aplastante y el fin del poder tiránico que oprime a Venezuela.

Ya que estamos convencidos de que Josep Borrell no es un ingenuo, sino por el contrario una persona muy sagaz, cabe entonces preguntarse: ¿Se cree de veras Borrell el cuento madurista, o es todo esto, como ha señalado un lúcido comentarista (Héctor Schamis), una pantomima urdida para hacer ganar tiempo al régimen y luego montar en seis meses un teatro, con la bendición de una Unión Europea ansiosa de tragarse, en lo posible, el mito de El Dorado?

En el fondo de esta secuencia de eventos se asoma otra vez un problema fundamental, que durante dos décadas ha obstaculizado la visión de buen número de personas e instituciones con respecto a la naturaleza del régimen chavista. Nos referimos a la dificultad que muchos experimentan para entender cabalmente que la dictadura de Maduro es un entramado político, ideológico y criminal incapaz de someterse voluntariamente a pruebas en las que se encuentre realmente en juego su sostenibilidad en el poder. Se trata de un régimen signado por una patología incurable, por el mal radical que describió con tanta fuerza el reciente informe de la ONU y que Borrell no pareciera haber leído con la debida atención.

Maduro y sus cómplices utilizan la ilusión de El Dorado como lo hicieron en su momento los aborígenes americanos: como un señuelo, una treta y una trampa, destinados a engañar para sobrevivir.

Épica, ética e ideología

 El Editorial


Algunos de los personajes más truculentos de la historia dejaron una estela de muertes, torturas y crueldades de toda índole; sin embargo, en su momento fueron capaces de cautivar la imaginación y la voluntad de sus compatriotas.

Hombres como Hitler basaban su causa alegando una supuesta superioridad racial del pueblo alemán. Stalin implantó el marxismo leninismo y la dictadura del proletariado como praxis ideológica. Mao se vanagloriaba de la epopeya de la Gran Marcha del partido comunista frente a los ejércitos de la China Republicana. Fidel Castro sacaba a relucir la gesta épica de la Sierra Maestra.

Líderes como Hitler o como Fidel Castro, fueron capaces de hipnotizar a las masas con un discurso que tensaba las fibras más íntimas del alma y el corazón de sus pueblos. El segundo obtuvo el apoyo de grandes intelectuales de izquierda como Jean Paul Sartre, Simon de Beauvoir, Pablo Neruda o Gabriel García Márquez.

El denominador común es que esos líderes, no importa su tendencia, cautivaron a las multitudes convenciéndolas de que sus causas eran legítimas porque tenían una justificación ética, épica e ideológica.

Regímenes teocráticos, como es el caso de Irán, recurren a ancestrales motivaciones de carácter religioso. Son capaces de llegar a cualquier extremo justificándolo con razones que surgen de su interpretación del Corán, de la Sharía o de alguna tradición oral o hadiz ( hechos, dichos o acciones del Profeta ).

Pero, en nuestro caso, nada, nada existe. Ninguna de esas razones es aplicable. Lo que aquí vivimos es simplemente una economía aniquilada en un lapso increíblemente corto, un aparato productivo destruido, una industria petrolera desmantelada, unos servicios públicos en proceso de extinción, un sector agrícola abandonado, un sector industrial que en su inmensa mayoría ha tenido que cerrar sus puertas y una población brutalmente empobrecida en medio de la mayor hiperinflación del planeta.

¿Qué legitimidad pueden alegar? ¿Existe alguna motivación de origen religioso? ¿Dónde está la épica detrás de esta tragedia? ¿Puede una intentona golpista fallida constituir toda la épica que puede sacar a relucir una revolución? ¿Y la ética? ¿Qué ética se puede invocar en medio de lo que luce como un devastador estallido de corrupción que asombra al mundo? ¿Y es que acaso se puede recurrir a razones de carácter ideológico? Aquí la ideología dejó de jugar papel alguno y no es más que una máscara tras la cual se escudan las ambiciones crudas de enriquecimiento de un grupo que carece de escrúpulos y no tiene límites morales. Imaginar por ejemplo que detrás de un caso como el que se ventila en Cabo Verde pudiesen existir razones ideológicas es risible.

Sin legitimidad de origen ni de desempeño, sin el apoyo intelectual de nadie, un aislamiento internacional sin precedentes y carentes de una justificación ética, épica o ideológica, lo que aquí ocurre es una vergüenza que sólo se explica y se mantiene por la vía más primitiva de la fuerza bruta.

Sin embargo, quienes hoy recurran al uso de esa fuerza violando DDHH, saben los riesgos personales en que incurren. Después de los dramáticos señalamientos de la Misión Independiente de la ONU, quienes participen en esas acciones quedarán embarrados en la miasma fétida de unos delitos que no prescriben y que la comunidad internacional está dispuesta a perseguir.

Si es que alguna vez existieron razones históricas que la justificasen, los hechos vinieron a demostrar que todo era pura palabrería y que se trató solamente de una revolución económicamente destructiva, políticamente devastadora, empobrecedora y desintegradora del tejido social y esencialmente corrupta.

José Toro Hardyeditor adjunto de Analítica

“Un Dolor de Cabeza Llamado Bachelet”

 

Verónica Michelle Bachelet Jeria, médico, expresidenta de Chile y para el Chavismo Venezolano una ficha importante (según ellos), al ser hija de un ex General de la Fuerza Aérea Chilena que sirvió en el gobierno de Salvador Allende y además con el punto a favor de que ella, Verónica Michelle había incluso militado en el partido Socialista Chileno por allá en los años setenta, qué más se podría pedir dirán algunos.

 

Pero resulta que el tiro les salió por la culata a los Socialistas del Siglo XXI, y la señora Bachelet desde su actual cargo como Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, les dio justo en el dónde más les duele, los ha dejado expuestos ante el planeta entero como lo que son, unos vulgares delincuentes violadores de derechos humanos fundamentales y unos completos sinvergüenzas por decir lo menos.

 

El llamado “Informe Bachelet 2020”, expone la más reciente actualización del informe anterior, sobre el seguimiento que hace su oficina a la situación que atraviesa Venezuela, con el agravante de que en el más reciente se aseguró, que han registrado desde enero de este año "más de 2.000 muertes" en nuestro país envuelta en una severa crisis en todos los órdenes, sin dejar por fuera los crímenes anteriores.

 

Al margen de lo relacionado con muertes causadas por los propios servicios de seguridad del régimen chavista de Maduro, también se refirió a que: “en Venezuela continúan las restricciones a la libertad de expresión, se continúa con la aplicación de la Ley del Odio y se promueven ataques a defensores y periodistas”, todo desde la cúpula gubernamental.

 

Como era de esperarse, Nicolás y sus compinches se burlaron y hasta la fecha han negado todo el contenido del informe de la ONU que lo vinculaba con posibles “crímenes de lesa humanidad”, y aseguró que enviaría un reporte paralelo de derechos humanos al secretario general de la organización, con seguridad su pana Jorge Rodríguez le ayudará en la redacción, creando una atmósfera estilo realismo mágico de García Márquez.

 

Se le olvida a Nicolás, que, aunque invente cualquier clase de patraña, Venezuela como miembro fundador u originario de la ONU, está metida de pies y cabeza igualmente en todo lo que encierra el marco de la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad, de la cual es firmante y cuyos extremos legales está obligada a cumplir, por lo que se podrá salvar de una gripe, pero de responder por lo que ha hecho y aún hace no se salvará nunca.

Mientras tanto, llevando plomo en el ala como dicen en mí llano venezolano, el régimen trata de controlar los focos de protestas que se han activado en varios sitios del país y que comenzó con las molestias exteriorizadas por los habitantes de las localidades de Bruzual, Peña, Aroa, Cocorote, Independencia y Yaritagua, Nirgua y Sabana de Parra en el estado Yaracuy, que salieron a las calles para reclamar mejores servicios entre ellos los de agua potable y gas doméstico, a ellos se han sumado otras localidades de diferentes estados, lo que los carga locos.

Lo más grave, es que, en esta época de las comunicaciones digitales en tiempo real, todo lo que los cuerpos represores de seguridad del régimen hagan, está quedando registrado y pasará a engrosar un nuevo capítulo de una futura actualización del informe, que los hundirá más en el pantano en el cual ya se encuentran.

Finalmente, y en razón de su condición de médico, la alta comisionada se hizo eco de informaciones confirmadas, que revelan que el 33% de las muertes por COVID-19 en Venezuela se han producido entre personal sanitario o médico asistencial, "debido sobre todo a la carencia de equipos de bioseguridad y de agua en los hospitales", entre otras cosas y resulta que la preocupación está muy presente cuando se anuncia que para la fecha existen ya un Millón de muertes en el mundo, a causa del letal virus.

No quiero dejar de mencionar, un aspecto que señala el documento de la ONU respecto a los responsables de tantas atrocidades y no es más que el hecho de que según el Informe, Maduro y los Ministros del Interior y de Defensa tenían conocimiento de los crímenes, dieron órdenes, coordinaron actividades y suministraron recursos en apoyo de los planes y políticas en virtud de los cuales se cometieron los crímenes, así reza el documento y con seguridad servirá para juzgarlos llegado el momento, así de simple y sencillo.  

 

Reinaldo J. Aguilera R.

@raguilera68/@AnalisisPE

 

La acción internacional en Venezuela: divisionismos, estrategias, tácticas y realismo

 OPINIÓN Y ANÁLISIS


Foto extraída del Diario La Verdad

Danny Toro

La elección parlamentaria convocada por el régimen de Nicolás Maduro en concordancia con el calendario electoral, aunque en medio de la crisis sanitaria mundial del Covid-19 y de ausencia de garantías mínimas de competencia y legitimidad electoral, ha dinamizado de nuevo el juego político y dividido a la oposición venezolana en sus estrategias y acciones. También ha hecho evidentes las disidencias del chavismo con las intervenciones del TSJ a partidos políticos venezolanos – tanto de la oposición como del otrora polo patriótico -. A todo ello, se le suma la reciente solicitud formal de Juan Guaidó como presidente interino a la Organización de Naciones Unidas para la aplicación del principio internacional de proteger. Ante esta realidad, la pregunta común es: ¿verdaderamente qué hay que hacer?

Divergencias de planteamientos

Frente a la convocatoria electoral del 6 de diciembre han surgido desde las filas opositoras 3 estrategias tácticamente diferentes que denotan la división interna del mismo parlamento y de las fuerzas democráticas, mucho más heterogéneas de lo que a veces se cree. Por una parte, está la Operación de Paz y Estabilización en Venezuela, promovida por María Corina Machado y Vente Venezuela, apoyada recientemente por el interinato presidido por Juan Guaidó, sobre la base del principio de proteger. Por otro lado, la Consulta Popular del Pacto Unitario empujada también por Juan Guaidó y que centra sus esfuerzos en contar con la debida legitimidad para futuras acciones. Se precisa, también, el llamado de Henrique Capriles y otros grupos sociales a participar en las elecciones del 6D. Estos planteamientos disímiles reflejan cálculos políticos distintos enmarcados en un mismo objetivo: la democratización del país.

Las oposiciones de regímenes autocráticos no son homogéneas pese a la persecución, y las construcciones unitarias son procesos muchas veces prolongados luego de la superación de contradicciones. Hay eventos que cohesionan a la oposición, y otros que la dividen. La construcción de la concertación chilena para la transición democrática en 1988; el movimiento de reconciliación contra el Apartheid, liderado por Nelson Mandela a finales de los 80s; la lucha democrática contra el autoritarismo franquista en España en los 60s y 70s, son eventos que se han desarrollado entre coaliciones y fraccionamientos.

Por supuesto que hay que superar la división, eso es requisito sine qua non para combatir al autoritarismo gobernante, pero superar la división solo será posible sobre la base de criterios tácticos compartidos, pues como bien apuntaba Nicolás Maquiavelo en una Italia muy fragmentada en el siglo XV, los mismos objetivos no empujan siempre los mismos medios, pues esos medios dependerán de las circunstancias. Se pueden tener objetivos compartidos, no obstante, el cálculo político puede ser diferente como ocurre en estos momentos en Venezuela. De allí la necesidad de compartir, ya no solo objetivos, sino también criterios tácticos.

Pero ahora, analicemos el primer planteamientos con perspectiva histórica y política.

La operación de Paz así como el reciente principio de proteger, pone de relieve el certero peligro de seguridad internacional que representa el régimen autoritario de Nicolás Maduro, aún más evidente con el último informe de Naciones Unidas. La operación persigue entrar dentro de la política exterior de países democráticos del hemisferio occidental como Estados Unidos, países europeos y latinoamericanos, pero es un planteamiento que parece no terminar de estructurar el cómo hacerse realidad.

Siguiendo a Maquiavelo hay que considerar las circunstancias y desde allí ponderar las estrategias. El actual orden mundial si bien tiene polos de poder e influencia definidos, (Estados Unidos en términos liberales, Rusia en premisas geopolíticas concretas, y China entre la abstracción económica e ideológica) no es igual al escenario del siglo pasado, con la Guerra Fría. Un orden internacional con democracias en profundas crisis de representación, con autoritarismos utilizando valores y medios democráticos – los regímenes híbridos-, con enfrentamientos en planos económicos, tecnológicos y culturales más que militares, hace ver el planteamiento de la Operación de Paz, y la acción amparada en el principio de proteger, aunque legítimo, un planteamiento ciertamente complejo.

La intervención militar estadounidense en Granada en 1983 respondía a la lucha contra el comunismo y la influencia geopolítica que debía marcar Estados Unidos según su política exterior desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hay que recordar que durante la guerra fría EEUU emprendió la contención del comunismo, desestabilizando gobiernos latinoamericanos cercanos a la influencia soviética-cubana – como el de Jacobo Árbenz en Guatemala o Salvador Allende en Chile- y asistiendo a dictaduras militares como las de Argentina o Brasil. Eran tiempos verdaderamente dicotómicos y como bien explicó Thomas Schelling, fue un orden internacional que a punta de amenazas reales y creíbles, mantuvo una guerra que no escaló a enfrentamientos directos entre Estados Unidos y la Unión Soviética, por lo tanto las intervenciones en planos internacionales eran muy posibles.

La intervención militar en Panamá en 1989, por su parte, tuvo como eje principal de justificación la seguridad de Estados Unidos y la presencia de intereses estadounidenses en el país, demostrada especialmente con fuerzas militares en el canal, administrado por la nación del norte desde su construcción. Incluso a finales del siglo XX las cosas ya comenzaban a cambiar en América Latina, frente a las transiciones democráticas de esas décadas. El presidente Ronald Regean tuvo una posición frontal al régimen sandinista instaurado en Nicaragua en 1979 a causa de la caída de la dinastía Somoza, y le prestó apoyo militar a la oposición armada nicaragüense, pero no pudo contar con los apoyos suficientes para una intervención militar. De hecho, se desató un escándalo, el llamado Irán-Contras, que por poco lo lleva a juicio. El actual gobierno de Donald Trump ha dicho, varias veces, en referencia al caso venezolano, que están “todas las opciones sobre la mesa”. El tema entonces no es que es estén las opciones, es saber si las circunstancias son precisas para decidirse por una de ellas. Y eso, leer las circunstancias, siempre es estratégico.

El planteamiento orientado a la Operación de Paz tiene en sí mismo un poderoso riesgo, que es la inacción interna para desembocar en una transición democrática. Es decir, poner todos los esfuerzos en el plano internacional, y aunque dicha postura es legítima por la brutal represión del régimen hacia la ciudadanía en años anteriores, no parece una idea sensata. Las transiciones contemporáneas han sido en su mayoría producto de acciones internas. De hecho, Samuel L. Huntington en su ya clásico libro La tercera ola, apunta que en las transiciones políticas recientes el factor interno pesó más que el internacional. Por lo tanto, la fuerza interna, sea como sea que se tenga que accionar, es importante, digamos, es esencial. Descuidar y desvincular la lucha democrática del plano nacional es un muy grave error. ¿Hay verdadera capacidad de llevar adelante una operación internacional de tal alcance, en una región como América Latina?, ¿con un orden mundial como el actual y pese a las enormes complicaciones logísticas y técnicas en un país medianamente grande como Venezuela?

           El planteamiento, aunque legítimo, presenta complicaciones operacionales de gran magnitud que tienen que tomarse en consideración para establecer estrategias creíbles, pero sobre todo posibles en el plano de la acción política. Maquiavelo sostenía que quien hace lo que debería hacer – idealismo- y no lo que debe hacer – realismo- termina caminando a la ruina. En medio de la devastación venezolana, el juego de las expectativas es muy susceptible y su mal manejo puede ser perjudicial. Al final del día es justamente el respaldo popular la mayor arma para combatir las oscuridades de hoy. Lo importante en este conflicto político es obtener, mantener y accionar el respaldo social del país, es definitivamente el mejor medio para combatir regímenes autoritarios. El valor y la efectividad de la estrategia estarán sujetos a la capacidad de conexión con el malestar social y su canalización hacia un objetivo determinado como es el cambio político. Se debe apostar a la unificación de la agenda internacional con la presión interna; poco vale el no reconocimiento diplomático frente al reconocimiento interno- dígase Fuerzas Armadas y démas-.

Hay que contemplar la construcción y reconstrucción de tejido social, de organización ciudadana, en una narrativa que enlace los respaldos internacionales y las demandas sociales del país. Jugar únicamente en el plano internacional es tener presente solo una parte del tablero y deambular sobre decisiones que, aunque importantes, no se pueden controlar. Un criterio táctico que puede estimular la creación de una unidad opositora en Venezuela es la construcción de musculatura social, donde las gestiones externas tengan sentido. Pues es justamente el tejido social el elemento principal, bien sea de la resistencia cívica para mejores tiempos, o la acción decidida para cambios oportunos.