El debate en redes sociales es limitado, superficial
y prejuicioso. El mejor debate es el que se efectúa en público, frente al ojo
crítico de la opinión general. Debo confesar mi envidia cuando veo que otras
naciones; dónde impera la democracia, los derechos humanos y el estado de
derecho; celebran debates televisados con los distintos candidatos y corrientes
de pensamiento. Cada quien defiende sus postulados, nadie es ilegalizado, ni
perseguido por sus opiniones, el juez sobre qué política seguir es el voto
universal, secreto y directo. En Venezuela no es así.
Aunque prolifera una falsa dicotomía sobre
si votar o no votar, el cuestionamiento principal es que no se puede votar sin
elegir. No es votar por votar, sino poder votar por quién uno se siente
representado. Sin menoscabo de la totalmente irregular designación de los
miembros del CNE por el TSJ, que se hizo sin pasar por el órgano con
atribuciones constitucionales para ello, la Asamblea Nacional, y sin
menospreciar las múltiples desigualdades e inequidades para hacer campaña
electoral en un contexto autoritario, lo más catastrófico del presente es que
el gobierno de facto arrebató las tarjetas a los partidos políticos, a todos,
incluyendo al PPT y a Tupamaros (que eran oficialistas hasta ahora). Eso impide
que los partidos políticos mayoritarios puedan presentar candidaturas, solo lo
pueden hacer, usando esas tarjetas, aquellos a los que el ilegítimo TSJ les asignó
esa representación sin ser siquiera militantes de esos partidos. Por ejemplo,
en el caso de AD, le dieron la tarjeta a Bernabé Gutiérrez, quien fue expulsado
del partido Acción Democrática tras comprobarse que negoció, a espaldas de la
organización, que su hermano fuese parte del CNE nombrado por el TSJ. Si fuese
un debate sobre participar o abstenerse, estos no serían los argumentos.
Los adecos y toda la verdadera oposición,
esa que es mayoría en la Asamblea Nacional y que goza de reconocimiento nacional
e internacional y respalda íntegramente a Juan Guaidó como presidente
encargado, deseamos participar en unas elecciones libres, con las tarjetas
electorales de nuestros partidos, candidateando a nuestros militantes, sin presos,
ni perseguidos, ni exiliados, ni torturados por las fuerzas represivas. Nos
dicen “soñadores”, que “no somos Suiza”, que “hay que aceptar la realidad y no
caer en fantasías” pero todas esas frases con mucho punch publicitario ocultan
que ir a votar por votar equivale a elegir como vocero de la oposición, en el
caso de Carabobo, a Acosta Carlez, a William “Golo” Gil o a Leandro Domínguez y
a cuántos más impresentables que secuestran las tarjetas de los partidos y
toman por asalto sus sedes.
Ojalá ocurriera un debate, aunque sea
radial en Carabobo, entre esos ciudadanos que serán candidatos y quienes somos
reducidos a la clandestinidad. Me gustaría preguntarles en público, a ver qué
responden, por ejemplo: ¿Cómo defenderán la inmunidad parlamentaria si acabamos
de presenciar que muchos diputados acaban de ser indultados para que pudieran
salir libres de sus largos e injustos encarcelamientos? Léase bien, fueron
indultados quienes gozan por mandato constitucional de inmunidad parlamentaria
y, además eran mayoría. Los candidatos en las tarjetas secuestradas son
candidatos a minoría funcional en la estrategia legitimadora de un gobierno de
facto, a ustedes, menos que menos, les respetarán su inmunidad parlamentaria si
ocurriera el no esperable milagro de tener un ataque repentino de autonomía.
Ese debate, tengo la impresión, que no
ocurrirá. No solo existe una brutal censura a los medios de comunicación que se
confunde también con demostraciones puntuales de inconfundible autocensura,
también los candidatos a minoría funcional no destacan por ser tribunos. Los
pocos que gozan de cierto aprecio, por anteriores roles profesionales o
dirigenciales, saben la debilidad intrínseca de sumarse a un vergonzoso papel
que incluso, previsiblemente, les convertirá en objetivos de la justicia
internacional. Pero igual, espero ver un debate de ese tipo. El requisito es
que los “candidatos” se llenen de valor para recibir, con el respeto debido a
su condición humana, la dosis de verdad y autenticidad que cualquier demócrata es
capaz de proporcionar con un micrófono, una audiencia y un adversario al
frente.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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