¡Viva mi Curul! ¡Muerte al País!
Ese parece ser el slogan de la campaña
electoral de los candidatos a minoría funcional. El país sigue hundiéndose en
la emergencia humanitaria compleja, no hay ningún índice nacional o
internacional que muestre mejoría en los ingresos de los trabajadores, en la
capacidad para comprar alimentos en las familias más pobres o al menos en el
acceso al disfrute de servicios públicos. Ni mejora el servicio eléctrico, ni
el agua potable, ni la recolección de basura, ni la dotación de gas doméstico,
las bolsas del “CLAP” tardan meses en llegar y dónde han llegado llegan mochas.
Todo ello empeora con la pandemia, que impide tanto la reactivación económica
como también termina siendo una real amenaza considerado nuestro desmantelado
sistema de salud y la opaca gestión de la información pública. Pero nada de eso
es importante para los aspirantes a minoría funcional. La candidaturitis les
impide ver más allá del curul que esperan llenar.
Ya algunos candidatos por los partidos de
la “Mesita”, por las tarjetas secuestradas a los partidos y por la tarjeta de
Capriles se han hecho públicos. Pero, más allá de sus letanías moralistas del
tipo “no hay que ceder espacios”, “hay que meterse por la rendija”, “no somos
Suiza”, muy poco conocemos de sus propuestas. No es de extrañar dado que, el
Plan País es el programa del gobierno legítimo, de la Asamblea Nacional, de la
alternativa democrática que es reconocida nacional e internacionalmente.
Nuestra hoja de ruta ha sido desarrollada y validada por un profundo consenso
de la sociedad civil, los partidos, los académicos y expertos de todo el país
durante dos años de trabajo intenso. El real proyecto de país está en nuestras
manos y, salvo que los candidatos a minoría funcional asuman su suscripción al
tristemente célebre “Plan de la Patria”, no tienen otro proyecto, ni plan, ni
hoja de ruta que al menos los una entre ellos (ya que unir al país, pues, menos
que menos).
Los norteamericanos tienen una expresión
que aplica muy bien al circo electoral que estamos presenciando: “La política lleva
a dos extraños a la misma cama”. Por ejemplo, ¿el conservador religioso Javier
Bertucci y el notable Leandro Domínguez podrían imaginarse en la misma tarima?
¿Se le sumarían allí Acosta Carlez? ¿Vendrá Capriles a levantarles la mano?¿Ellos
serán la vocería opositora en la Asamblea Nacional? ¿Qué idea, proyecto de ley,
propuesta o agenda los une? Puede que si exista un plan, pero es tan vergonzoso
que no lo harán público.
La frase construida para el chantaje
discursivo será “y si no son elecciones, ¿Qué proponen?”. Para nosotros la
exigencia es clara, deseamos la celebración de elecciones libres y justas,
verificables y observadas, con partidos legalizados y respeto a sus legítimas directivas.
Nosotros no queremos un curul manchado de sangre, estaremos al lado del pueblo
que sufre, insistiremos en la denuncia social, el drama que vive el pueblo
venezolano alimentará nuestro reclamo. Tenemos una agenda conocida y real, el
Plan País, insistiremos en hablarle a la nación, de sus problemas y las
soluciones. La coalición dominante, esa vergonzosa componenda que mete en una
misma cama a seres tan disímiles solo por el bajo interés de un curul manchado,
no logrará limpiar el rostro de la dictadura. El mundo sabe que ocurre en
Venezuela y, aún más importante, nosotros, los demócratas, sabemos cuál es
nuestra tarea: Luchar hasta vencer.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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