Concentrados en nuestro tormentoso presente
a veces pasamos por alto las enseñanzas de nuestro pasado. Es común que hoy
usemos la frase, quizá usando la hipérbole sin mucha precisión, “este es el
peor gobierno de la historia de Venezuela” y, pues, a decir verdad, la
competencia en esa categoría es reñida. Uno de los que está cabeza a cabeza con
la perversión del actual gobierno fue la dictadura de Cipriano Castro. En
palabras de Ramón J. Velásquez, “Ningún Presidente de Venezuela distinto al
General Cipriano Castro fue más combatido por la oposición nacional y por la
prensa mundial de forma simultánea e implacable”.
Resaltan en esa oposición a Castro cuatro
personalidades que representaban cada uno, con marcadas diferencias, los
enfoques con los cuales la sociedad venezolana intentaba sacudirse tan
despreciable y vergonzoso gobernante de facto, a saber: Antonio Paredes, Manuel
Antonio Matos, José Manuel “Mocho” Hernández y César Zumeta. La oposición a
Castro padeció una crónica división producto de egos endémicos que impidieron
su éxito y, por tanto el poder, tras la caída de Castro no tuvo otro receptor
que Juan Vicente Gómez (otro que está en el cuádruple empate por la corona de
peor gobernante de Venezuela en toda su historia).
Antonio Paredes, Valenciano y con héroes de
la independencia entre sus antepasados, en su juventud se une a la Revolución
Legalista de Crespo pero rápidamente se desilusionó por las prácticas corruptas
del gobierno resultante de esa “Revolución”. En 1897 regresa a la vida pública
para dar auxilio al débil gobierno de Ignacio Andrade que tras la muerte Crespo
y el alzamiento del “Mocho” Hernández se encuentra en situación agónica. Es
allí donde nace el encono entre Paredes y el “Mocho” que con posterioridad impide
la unidad contra quién será el azote de ambos: Cipriano Castro, que en su
momento, el 23 de mayo de 1899, invade a Venezuela desde Colombia y junto con
un puñado de “gochos” inicia su rumbo hacia Caracas. De puño y letra de Antonio
Paredes quedan los testimonios de la confusión reinante en el gobierno de
Andrade que, pese a sus personales esfuerzos, no logra detener a Castro en
Tocuyito y este luego entra triunfante a Caracas. Andrade fue el último en
entregarse, sufre la prisión y el exilio, su opinión fue siempre lograr
derrocar a Castro por vía revolucionaria, es decir, violenta, pero sin apelar a
respaldos internacionales, al contrario, Paredes sostenía que “la liquidación
del régimen castrista debe ser propósito y obra exclusiva de los venezolanos”.
En una incursión por el oriente venezolano, terminó asesinado por orden directa
de Castro quién, aún estando convaleciente y en cama, decide que la tumba de
Paredes sean las aguas del río Orinoco con dos disparos en el pecho.
Por su parte, Manuel Antonio Matos (un
hombre de negocios nativo de Puerto Cabello, con importantes relaciones
internacionales y financista de los gobiernos venezolanos desde Guzmán Blanco)
será el primero que conocerá la ambición sin límite de Castro en primera
persona. Fue parte de la comitiva del gobierno de Andrade para intentar una
negociación con el alzado Castro en Valencia, su intento de conciliación chocó
contra la pared cuando el andino respondió con una orden “díganle a Andrade que
se rinda”. La reacción de Matos fue decirle en confidencia a su yerno Enrique
Pérez “este es un loco de atar”…. El loco de atar fue proclamado luego Jefe de
la República y el presidente Andrade huía inesperadamente por La Guaira.
En principio, Matos intenta sobrellevar sus
usuales relaciones financieras con el nuevo gobierno, pero la solicitud de más
créditos a la banca de los esperados precipita su ruptura con el régimen. La
negativa de Matos de agenciar las urgencias financieras de Castro desemboca en
la rocambolesca ocurrencia del dictador de meter presos a los directivos del
Banco de Venezuela y Caracas y, ante la amenaza de trasladarlos hasta el
Castillo de San Carlos, se aprobaron los desembolsos.
Matos inicia entonces sus gestiones para
organizar, con respaldo nacional e internacional, la “Revolución Libertadora”.
16 mil hombres en armas, el apoyo de financistas locales y empresas trasnacionales
incómodas con Castro (entre ellas la polémica New York and Bermúdez Company) y
la unión de una inestable coalición entre facciones del liberalismo amarillo y
nacionalistas inician operaciones contra el régimen de Castro. Las capacidades
de hombre de negocios de Matos no tenían un correlato en destrezas militares,
fue derrotada la Revolución Libertadora a manos del compadre de Castro, Juan
Vicente Gómez, Matos terminará en el exilio.
El “Mocho” Hernández es, sin duda uno de
los personajes más complejos de finales del siglo XIX y principios del XX, se
enfrentó al presidente Crespo y, pese a efectuar la primera campaña electoral
moderna en el país, fue víctima de un descarado fraude en esos comicios. Se alza
en armas contra Andrade (presidente impuesto tras el fraude por su antecesor
Crespo) y es derrotado y puesto preso. Tras la muerte de Crespo, la caída de
Andrade y el ascenso de Castro, su nombre es barajado para dar una pincelada de
amplitud al gabinete de Castro. El “Mocho” al salir de “La Rotunda” y notar la
estratagema, rechaza su nombramiento como ministro y se alza en armas contra
Castro y nuevamente es derrotado. Coincide con Paredes en el Castillo de San
Carlos. Luego de unos años, negocia su libertad con el régimen, el trato fue
demostrativo de su poco tino político: entregó el control del Partido Político
Nacionalista que lideraba a cambio de un cargo diplomático en Washington. Esa
decisión del “Mocho” dividió aún más a los opositores del régimen, cuando el
Mocho intentó desandar su camino colaboracionista terminó destituido por Castro
y en el exilio, con nula influencia dentro de Venezuela, sus inconsecuencias le
privaron de los respaldos que llegó a tener.
Por último, vemos al editorialista Cesar
Zumeta, cuya publicación “La Semana” se convierte en una tribuna para denunciar
al régimen castrista en New York. Dejaré que sea la pluma de Zumeta la que
explique a continuación su enfoque sobre la situación de Venezuela bajo la
dictadura, espero que puedan notarse las muchas coincidencias entre su tiempo y
el nuestro: “El caudillismo militar ha corrompido el cuerpo político. Los
ancianos, desesperanzados, claudican o se refugian en la inacción; los jóvenes
tienen un ideal, enriquecerse metiendo las manos en el tesoro por el fraude o
el peculado, en los bolsillos del pueblo o por la exacción y el monopolio; la
escasísima minoría que aún tiene fe en los principios se ve obligada a contemporizar
con los profesionales y los bribones; los laboriosos, que por fortuna
constituyen la inmensa mayoría, perdida toda la fe en las instituciones, se
inclinan ante el exactor, pagan tributo, soportan y callan; la familia en los
grandes centros urbanos, se disuelve en el cinismo enervador e insolente de una
Capua bárbara que amenaza los cimientos del hogar, y está universal
prostitución comienza a infiltrarse en las capas populares” (…) “el septenio de
Castro y sus más disgustantes síntomas de barbarie, son obra de las
revoluciones de 1892 contra Andueza, de 1898 y 1899 contra Andrade, de 1900 y
1902 contra Castro. La abominable perversión del criterio nacional viene de ahí:
son ellas las que han creado esos monstruos de crueldad y codicia que nos
gobiernan, y han abierto los apetitos voracísimos de los que, con señaladísimas
excepciones, aspiran a sucederlos” (…) “mientras no eduquemos ciudadanos es
inútil suprimir tiranos porque éstos se dan silvestres dónde el bizantinismo,
la codicia, la prevaricación y la ignorancia abonan el terreno. Reforcemos
primero la minoría que realmente aspira a crear repúblicas en dónde la
‘sociedad' y 'el pueblo' se inclinan ante el éxito del Cabito, le sonríen a su
liberto preferido y le tiemblan a la corte Carabobeña. Reforcemos a esa
minoría, y con ella digámosle al pueblo qué es la civilización y qué es el derecho.
La obra es lenta; habrá que realizarla entre ladridos de gozquez y carcajadas
de cínicos, pero de esa minoría será el triunfo definitivo”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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