Esta semana, en atención a mis
responsabilidades partidistas, tuve que ir a Guacara a reunirme con varios
compañeros del eje oriental y de Aragua. Cómo cualquier peatón, mi ruta es
tomar varias busetas desde Tocuyito y, esperando transbordar en el distribuidor
San Blas, los pude ver. Un grupo de algo más de diez personas, hombres, mujeres
y niños, mochilas y bolsos en mano, se me acercó una señora de entre ellos y me
dijo “¿para dónde agarro vía Tinaquillo?, Vamos para Barinas y de allí para
Cúcuta”. Sacando las palabras como pude y poniendo la misma energía en no dejar
que se me saliera una lágrima frente a quién, seguramente, ya ha vertido muchas,
le dije más o menos la orientación que creo le podía servir. Y, luego, les
perdí de vista.
No importa cuánto se haya leído sobre
pobreza, sobre la crisis humanitaria compleja o sobre la inseguridad
alimentaria y el hambre. Nada nos prepara para ser testigo presencial de su
impacto humano, demasiado humano, de la infinidad de cifras rojas que dejan los
20 años de “Revolución”. Yo tengo una hija de tres años, de la misma edad de
una de las niñas que vi en el grupo, tenía el mismo tono en su risa infantil.
La mía está en casa con su mamá, la niña desconocida camina vía parajes
oscuros, quién sabe dónde y cómo dormirá, si no será víctima de abusos o si
siquiera llegará viva. Pero todos son invisibles. Los medios de la dictadura
solo hablan del “Plan Vuelta a la Patria” usando a sus lindos y lindas
periodistas de utilería, con blancas sonrisas, en la más despreciable operación
de propaganda y lavado de cerebros de las que se pueda tener memoria. La
realidad virtual de la dictadura solo puede repetir, de forma incesante e
insensata, que los venezolanos están “regresando”.
Pero a la ignominia de la propaganda
gubernamental se suma la censura y autocensura de los medios “independientes”
que aún existen, o debería decir agonizan, soportando sus respectivas dosis de amenazas
desde Conatel o desde cualquier lavaperro con patente de corso revolucionaria.
Hay periodistas que no pueden decir las palabras “consulta”, “gobierno
interino”, “alacrán”, o “gobierno de facto” en sus espacios radiofónicos. El
Presidente legítimo, conforme a la Constitución Nacional, no puede ser
entrevistado sin que eso implique el cierre del medio por generar “zozobra”. La
verdad es subversiva. Pero la verdad está allí, la verdad de Venezuela está
caminando, acosada por la arbitrariedad militarista, el pueblo huyendo de la
muerte por inanición y las autoridades legítimas encarando un Golpe de Estado
en cámara lenta, iniciado en 2015, de parte de quienes aspiran a qué en este
país el último rango de la carrera de las armas sea “Presidente” (justo después
de General en Jefe) y que el único derecho reconocido sea la garantía
inalienable a aplaudir.
Puede que tengan éxito y las FANB,
convertidas en ejército de ocupación de su propio país, logre imponerse por la
fuerza, silencie al último medio, torture o asesine al último opositor o
condene al exilio a todos los venezolanos que no estén dispuestos a besarles
sus botas de campaña. Pero la verdad estará allí, incluso entre sus
convenientemente acalladas conciencias, para recordar a todos que unos pocos
hacen sufrir a muchos para sentir el placer del poder y la riqueza infinita.
Pero, tal cual como los violinistas del
Titanic (aunque puede que merezcan una referencia menos amable), los candidatos
con tarjetas secuestradas, actores pasivos de la mal disfrazada ilegalización
de los partidos políticos, hacen campaña llamando a votar sin importar que las
elecciones del 6-D sean todo menos libres y justas. Pudiesen usar sus 5 minutos
de fama para, al menos, denunciar el sufrimiento del país. Pero no, su
centimetraje mediático, más prestado que merecido, solo se usa para mentir
sobre las acciones de la alternativa democrática y Juan Guaidó. El maridaje es
claro. Quizá mañana, después del 6D, igual que en la dictadura de Gómez, asistamos
a discursos falsos de reencuentro y olvido entre el régimen y esa “oposición” y
ambos griten “ni vencedores, ni vencidos”, no obstante, la frase digna de
epopeya solo podrá describir un asunto esencialmente digestivo. A oídos del
pueblo se traducirá como “comamos juntos”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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