casos de covid-19
Foto AFP

Eso dice el jefe del régimen y no hay quién se lo crea. Puede ser que ese discurso lo prepare para que las agencias de noticias lo repitan y la gente que esté fuera del país piense que a él le preocupan los venezolanos.

Cuando decidió que la cuarentena terminaba el primero de diciembre los venezolanos no tenían ni idea de cuántos eran los contagiados con covid-19 y mucho menos cuántos los fallecidos, porque las cifras que diariamente recitan los tarifados son evidentemente manipuladas o en el mejor de los casos tienen un importante retraso.

¿Y cómo es posible que sean cifras viejas? Pues porque el único centro de diagnóstico autorizado sigue siendo el Instituto Nacional de Higiene que no se da abasto.

Ahora que el mundo está viviendo la segunda ola de infecciones, que las autoridades de las grandes ciudades hacen el esfuerzo inmenso de convencer a la gente de que retome el aislamiento, el régimen da luz verde para cuanto bonche se les ocurra. Las calles, los centros comerciales, las plazas, los terminales terrestres están llenos de gente.

Entonces comienza el sucesor del fallecido comandante a decir que “las autoridades” exigirán el uso de mascarilla. ¿Acaso le va a decir a los venezolanos que ignora que esa medida sin el distanciamiento social no tiene efecto?

Es tan cínico como todo el grupete que lo acompaña. Se atreve a afirmar que asume la responsabilidad de cuidar la salud de los venezolanos cuando ni siquiera sabe si todos los contagiados están recibiendo el tratamiento pertinente. Las clínicas privadas están otra vez llenas de infectados y eso todo sale del bolsillo del paciente que puede pagarlo, pues estamos hablando de una hospitalización que cuesta en promedio 2.000 dólares diarios, según un reportaje de La Prensa de Lara.

Entonces, su “responsabilidad” llega solo hasta decir que “los casos han ido en aumento”. Pero, a pesar de eso, “la cuarentena radical será a partir del primero de enero”. El doble discurso es más elocuente que cualquier frase repetida. El covid-19 no se va de vacaciones ni está esperando al Niño Jesús. Sigue en las calles, lo que pasa es que a la cúpula rojita no le importa que los venezolanos se contagien.

En una cosa sí tiene razón, en que cada quien debe tomar muy seriamente las medidas necesarias para no contraer la enfermedad, porque si vamos a esperar que el mandante y compañía cumplan con su obligación, el resultado será trágico.