Capriles

Después del domingo 6 de diciembre el panorama político venezolano se complica en vez de aclararse. Los maduristas afirman que tienen una nueva asamblea en la que son la abrumadora mayoría y la oposición adelanta una consulta popular para decirle al mundo lo que los ciudadanos piensan del régimen.

Unas pocas curules serán ocupadas por opositores disidentes que se prestaron para la farsa electoral. Sin embargo, este hecho no le da legitimidad a un parlamento electo con más de 70% de abstención. Si bien es cierto que la oposición está atomizada, que no han podido ponerse de acuerdo sobre las estrategias para terminar con la pesadilla, también es cierto que la Asamblea electa en 2015 es el último bastión de la democracia legítima y como tal debe ser percibida y defendida.

En este escenario tan accidentado y lleno de incertidumbre, lo menos que hace falta es que alguien venga a echarle más leña al fuego. Pero nunca falta esa persona. “Soy creyente de la unidad del país. Pero la oposición hoy no tiene un líder, no hay un liderazgo, nadie que sea un jefe. No existe. Esto fue un capital político que se acumuló y se botó a la basura, puros lugares comunes, discursos gastados”, dice Henrique Capriles a un reportero de la BBC.

Cuando alguien hace afirmaciones de ese tipo no se puede interpretar de otra manera: lo que busca es meter el dedo en la llaga, para que todo el mundo sepa de qué pata cojeas. ¿A qué juega? ¿Cuál es su objetivo?

Se puede responder a estas preguntas viendo la reacción por las redes sociales de los rojitos sobre estas afirmaciones. ¿No es evidente que lo que hace es darle más argumentos a un régimen que le encanta hincar el diente y profundizar heridas? Entonces Capriles se ensalza a sí mismo, porque dice en la entrevista que la única ocasión en la que se estuvo cerca de sacar al mandante del poder fue en las elecciones en las que él participó. Con esa afirmación, lanzada al aire como si cualquier cosa, lo que quiere es que la gente llegue a la conclusión de que él es el jefe que la oposición necesita ahora.

Predica entonces la estrategia: romper el statu quo, acabar con lo establecido. Eso de darle continuidad a la Asamblea actual le parece un exabrupto. No dice qué hacer, pero enfáticamente afirma que lo que se ha hecho hasta ahora no sirve.

Después de leer esa entrevista que le ha dado la vuelta al mundo y que ha sonado como un coro de ángeles en los oídos del régimen, lo que hay que recordarle a Capriles son sus mismas palabras: “Ninguna negociación va a tener éxito con los micrófonos, en la televisión. Los éxitos se logran en procesos confidenciales”. Si su intención fuera reagrupar a la oposición y retomar la lucha, ¿no era mejor que lo discutiera con la dirigencia opositora en privado?

Es un editorial muy lleno de preguntas, pero en estos casos es mejor que el lector saque sus propias conclusiones. Si de verdad quisiera aportar, es mejor que practique lo que dice, porque no se trata de ponerse en el bando contrario ni mucho menos darles argumentos. Los trapitos sucios es mejor que se laven en casa. A menos que lo que realmente quiera es figurar.