Si se ve desde ese punto de vista, al régimen le sería muy fácil levantar económicamente al país, porque fue lo que se hizo durante 40 años de democracia. Pero lo cierto es que después de más de dos décadas de ensayos rojitos, la economía venezolana es del mismo tamaño que la que tenía a mediados del siglo pasado.

Con una dictadura militar, Venezuela manejaba una economía de 60.000 millones de dólares, de acuerdo con lo que ha advertido el economista y diputado José Guerra. Eso se traducía en un ingreso per cápita de 2.000 dólares anuales. Bueno, el país está en las mismas, pero con un añadido que realmente le pone el toque terrorífico a todo, la inflación más alta del mundo.

Más de 3.700% anual, eso es lo que los venezolanos enfrentan todos los días, porque es el monstruo que acaba con la calidad de vida y es consecuencia directa de un catastrófico manejo de la macroeconomía. El bolívar desapareció como polvo cósmico, así como amenazaba el comandante muerto a sus opositores, e indudablemente es obra de él y sus herederos. No hay mejor manera de ejemplificar el retraso chavista madurista que revisar las cifras económicas que hacen que el país viaje en el tiempo.

Ni siquiera se acercan a lo que consiguió el arañero de Sabaneta cuando tomó el poder en 1999. Para ese entonces el ingreso per cápita era de más de 5.000 dólares, pero no hay que olvidar que, a pesar de las dificultades, la industria producía, los empresarios invertían y el empleo seguro con garantías existía.

Ahora Venezuela es el país de los vendedores informales. Algunos son emprendedores que han tenido posibilidades de invertir algún capital y sacar adelante una idea. Pero los que más, los trabajadores que han tenido que abandonar sus puestos para poder mantener a sus familias, venden a pequeña escala o preparan comidas, llevan niños al colegio, improvisan tareas dirigidas.

No sería entonces de extrañar que el régimen se apurara a diseñar algún tipo de política que pueda enderezar esta debacle. La reunión con los empresarios es señal de ello, y es lógico que los que por años han puesto su dinero a trabajar para generar empleos y plusvalía en el país estén interesados en que todo se reactive.

El detalle es que la cúpula rojita es especialista en convocar reuniones que quedan en la nada. Algún bien intencionado dirá que, pobrecitos, no tienen capacidad para solucionar el entuerto que ellos mismos crearon, pero ya a estas alturas hay que preguntarse más bien si tienen alguna intención de hacerlo. Porque no han faltado los especialistas, economistas venezolanos brillantes, que han enunciado las medidas que podrían aliviar el colapso.

Sin embargo, la mezquidad rojita es lo que ha prevalecido, pues más bien hacen oídos sordos a advertencias y sugerencias. ¿Quieren de verdad recuperar la economía o es parte de un plan para “comprar tiempo” y seguir haciendo desmanes?