martes, 21 de julio de 2020

El régimen de la pandemia



Escrito por Freddy Marcano | @freddyamarcano

Martes, 21 de Julio de 2020 00:00


La pandemia se disputa con el régimen el control social de la población.

Cada uno de nosotros se encuentra recluido en las cuatro paredes de su casa, así sea de tablas (porque el rancho ha proliferado, como pocos lo imaginan en estos veinte años). Nos encontramos desinformados, oficialmente, de los movimientos insospechados del General COVID-19, o escuchando, como siempre, que la culpa es de los demás, de los que dejaron el país y ahora quieren regresar, de los que salen mucho y no acatan sus instrucciones, siempre de los otros. Pero, jamás, por causa del mal manejo y las condiciones sociales precarias cuyo origen se encuentra en los veinte años de este gobierno.

Los adultos nos vemos forzados a salir, lo hacemos con mucha cautela, tomando las previsiones necesarias o las que nuestros bolsillos ya casi vacíos nos permiten, porque de alguna forma hay que buscar el sustento. En casa quedan los prisioneros: nuestros muchachos pequeños o grandes, nuestros enfermos crónicos y nuestros viejos. Este cautiverio imita un poco la película “La vida es bella”, protagonizada y dirigida por Roberto Benigni, cuya intención es dibujarle a los más pequeños una versión amable, sonreída y hasta ficticia de los días que corren; y, a los mayores entretenerlos, cuando se puede, con los artificios tecnológicos u otras actividades físicas que los espacios permitan.

Sin embargo, la peor prisión para los adultos es la angustia, la intolerancia y la desesperación. A ellas contribuyen enormemente tanto el régimen como también quienes dicen adversarlo. Hay de todo. Pero esos vicios de la realidad no asumida, adecuadamente, tenebrosa en el mundo del inconsciente ― como dice un amigo psicólogo al tratar de explicarme el asunto― contamina y se transmite de un modo u otro a los muchachos.

He acá que la política es un ejercicio de responsabilidad que engloba a los extremistas y a los más timoratos de una prudencia fingida y temerosa que es,simplemente, cobardía. Recordemos que todo liderazgo real, auténtico y comprometido es inspirador, y significa que el emisor del mensaje debe mantener en pie sus más limpias convicciones para proyectarlas. No es baladí insistir en el autocontrol y la autoconsciencia emocional del liderazgo político y social que aunque empuñen como un arma las redes sociales y fijen metas y horizontes, es necesario que promuevan al logro y, sobre todo, que manejen los conflictos para una acción política transformadora y, así, obtener resultados específicos.

Ésta es una de las claves esenciales para generar el proceso de ruptura con este régimen autoritario. Por cierto, ruptura que debe consolidarse de manera ordenada y pulcramente en nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro actuar para, así, transmitir nuestros argumentos de manera convincente a todos venezolanos y jamás olvidar que Venezuela existe, resiste y persiste.



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