Recientemente, en un grupo de whatsapp donde hay mucha gente a la que respeto mucho, se dedicó horas a debatir los intríngulis del escenario político de Venezuela en … 1993. Fue extenuante leer los dimes y diretes sobre el rol de AD y el peso de la pavosa telenovela “Por Estas Calles” en la crisis y caída de la democracia venezolana. Ciertamente, la revisión de nuestra historia reciente tiene muchas lecciones y siempre es necesario revisarla para evitar cometer los mismos errores, pero dedicarnos a la auto flagelación persistente no creo que sea útil y menos con un 2021 que poco nos permite aburrirnos.
Me parece un poco torpe, por decir lo
menos, vanagloriarse de haber emitido una telenovela con crítica social (más
todo un impresionante aparataje mediático dirigido a criticar a AD, limpiarle
el rostro a Pérez Jiménez y alabar al golpismo de 1992) haciendo uso de la
libertad de expresión respetada por la democracia en un contexto donde hoy solo
campea la censura y autocensura. Hoy los medios “aguerridos” que criticaban a
AD y que tanto se les aplaude la malacrianza no existen porque fueron cerrados
(no sancionados, ni criticados, cerrados) por una dictadura ejercida por los
golpistas de 1992 y los “náufragos” de los que habla la historiadora Inés
Quintero. Claro que hay responsabilidades históricas señalables, personas,
instituciones y sectores que provocaron la caída de la democracia, en parte con
plena conciencia de sus actos y otros tantos siendo tontos útiles de la
ambición de los militares golpistas, pero ya no estamos en 1993, estamos en el
2021, y AD no es gobierno, el gobierno es una dictadura militar a la que tirios
y troyanos debemos derrotar.
En la actualidad, vale la pena recordarlo,
no está en este plano de la existencia, ni Carlos Andrés Pérez, ni Rafael
Caldera, por más que para algunos sean extrañados y por otros odiados, los ex
presidentes han fallecido y no pueden hacer nada por nosotros. Son los hombres
y mujeres de hoy los que pueden hacer algo y creo que precisamente el “hacer
algo” no se refiere a recordar el pasado y sus conflictos, sino poner los pies
en el presente y mirar hacia el desafiante futuro. Ese futuro debe construirse
con el concurso de los liberales, de los democristianos y de los
socialdemócratas, debe construirse con los civiles, debe hacerse junto con los
trabajadores y con los patronos, en un contexto de libertades plenas y respeto
por la ley, nadie solo puede, ni la imposición de ciertas ideas en desmedro de
otras permitirá sanar tantas heridas.
Estos debates, muchas veces estériles y
divisivos, tienden a surgir en cada momento en que AD muestra su músculo
organizativo frente a la dictadura. No es casual que, hace apenas unos días, ocurriera
una masiva manifestación de los adecos en Barquisimeto en exigencia de vacunas
sorprendiendo a la opinión pública nacional y un poco antes ocurriera en Puerto
Cabello un casa por casa muy exitoso organizado por el partido blanco que fue
altamente comentado, es precisamente, en esos momentos, cuando “espontáneamente”
comienzan los comentarios sobre si CAP lo hizo bien o mal, que si la democracia
tenia fallas, que si Renny Otolina esto o lo otro, que si cuando Pérez Jiménez
se podía tener las puertas de las casas abiertas, que Rómulo Betancourt era
comunista y que Juan Vicente Gómez pagó la deuda externa…. Y toda esa mitología que intenta, con
palabras, ocultar el hecho cierto que hoy AD es una organización que se
encuentra activa y en lucha frontal contra la dictadura.
Lo recomendable sería que todas las
organizaciones políticas, gremiales, sindicales, intelectuales, económicas y
culturales se encuentren en la misma onda de activarse y luchar contra la
dictadura exigiendo la celebración urgente de elecciones libres y justas. Pero
no, es más fácil que los que hacen reciban críticas de los que están en el
público, en calidad de espectadores, ubicados mentalmente en 1993, en 1945 o en
1936. Hoy, no ayer ni hace décadas, hoy, AD se encuentra con sedes
secuestradas, sin tarjeta electoral, con dirigentes perseguidos y exiliados, en
la semiclandestinidad, no está en el gobierno. Esperamos ser gobierno pronto,
por voluntad de los venezolanos, con el voto universal, secreto y directo, pero
el presente es de lucha nacional contra la opresión. Recordemos a Desmond Tutu,
“No se puede ser imparcial entre el agresor y la víctima, en ese caso, la
imparcialidad equivale a escoger el bando del opresor”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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