En 2023 la Plataforma Unitaria celebrará
sus elecciones primarias y para 2024 se convocarán elecciones presidenciales, frente
a esa perspectiva el gobierno en ejercicio se encuentra muy activo: 1) cada vez
más empresas públicas pasan a control privado con muy poca transparencia en el
proceso, 2) se anuncia presencia militar en centros educativos y sanitarios, 3)
aprueban la Ley de Zonas Económicas Especiales que, junto con la Ley
Antibloqueo, le da total opacidad a “inversores internacionales” para controlar
pedazos del país en asociación con capataces locales, 4) se intensifica la
discrecionalidad de los efectivos policiales y militares quienes ya tienen más
poder que los alcaldes y gobernadores. Estamos presenciando la metódica
construcción de un enclave autoritario ante la eventualidad de un triunfo
electoral de la oposición.
Un enclave autoritario es la expresión de
prácticas institucionales, económicas y políticas que le dan control fáctico al
grupo de personas asociadas a una autocracia recientemente desplazada del
poder. A efectos de comprender este punto se hace necesario referirse a par de
ejemplos, para 1990, recientemente electo Patricio Aylwin como presidente de
Chile por los votos de la mayoría de los Chilenos, tuvo que soportar que el ex
dictador Pinochet se mantuviera como Jefe del Ejército. En el caso Español, era
indudable que tras el advenimiento de la democracia, durante el gobierno de
Alfonso Suarez, un segmento importante del Franquismo poseía control de las
Fuerzas Armadas, tanto así que hasta lograron el secuestro del Congreso de los
Diputados, ametralladora mano, durante el tristemente celebre 23 de Febrero de
1981.
Si la coalición dominante tiene un
incentivo para negociar con la Plataforma Unitaria en México es su absoluta
necesidad de garantizar total impunidad por lo hecho y desecho en más de dos
décadas. En ese caso, incluso con justas lágrimas en los ojos, tendremos que
afirmar al igual que Patricio Aylwin, que “si nos toca optar entre la libertad
y la justicia, escojo la libertad para seguir luchando por la justicia”. Puede
suceder que una vez triunfe la Plataforma Unitaria en las elecciones de 2024,
el nuevo gobierno democrático en Miraflores se vea rodeado por un ejército
indisciplinado que se resista a someterse al precepto constitucional del
control civil sobre las Fuerzas Armadas. Ese nuevo gobierno tendría respaldo
popular, expresado en votos, pero estaría a merced de grupos paramilitares en
asociación con elementos corruptos de las FANB que controlarían, a modo de
subversión, “zonas económicas especiales” contando con financistas internacionales
con fines tan compartidos como inconfesables.
Ese desafío no es para nada sencillo y
requiere la unidad de todos los demócratas y de todos los ciudadanos. Por ello
es cada vez más pertinente alcanzar, además de una sólida alianza electoral,
una Coalición Democrática capaz de ejercer gobierno en circunstancias tan adversas,
de nada servirán tantos sacrificios efectuados si la nueva experiencia
democrática que pretendemos inaugurar es destruida al primer zarpazo
militarista. Carlos Prosperi, candidato presidencial de AD, se refirió
recientemente a estos dilemas y sugirió, con bastante acierto, que todos los
partidos y dirigentes políticos asuman con responsabilidad el reto de construir
esa coalición democrática incluyente y diversa tan necesaria como estratégica. Ese
debate público debe darse, el arma más importante que tienen los venezolanos es
la opinión pública y, antes de usarla para desacreditarnos entre los demócratas
por dos palabras confundidas, debemos concentrarnos en el fondo del asunto:
restituir la democracia y mantenerla frente a los enclaves autoritarios que
desean y harán todo por destruirla.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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