La hiperinflación de casi un lustro parece
finalizar en 2022, no desaparece el problema inflacionario sino que su gravedad
se reduce de niveles catastróficos a niveles crónicos, debe apuntarse que una
inflación menor a 50% mensual para el año próximo sigue siendo destructivo para
el patrimonio de los venezolanos. Por otro lado, el desplazamiento del bolívar
por el dólar, de forma informal y de facto, permitió a muchas empresas no solo
sobrevivir sino incluso prosperar en un contexto tan difícil como el Venezolano,
al menos en un determinado segmento comercial e importador particularmente
beneficiado de la eliminación de aranceles y controles. En el sector industrial
la historia es distinta, de hecho, las recientes medidas de carácter cambiario pueden
provocar el encarecimiento de los productos elaborados en el país frente a los
importados y así exportaremos puestos de empleo industrial al exterior.
Un elemento relevante para entender a la
Venezuela de hoy es el impacto que tienen las remesas, una buena parte de los 7
millones de venezolanos en el exterior envían dinero a sus familias en el país,
para muchas personas esos recursos son esenciales para sobrevivir dado que los
salarios percibidos por los trabajadores son insuficientes para adquirir la
canasta básica familiar que ronda los 400$ mensuales, esa realidad es
particularmente cruel para los trabajadores públicos (docentes, médicos,
enfermeras, policías y demás). Este elemento puede hacernos entender el por qué
teniendo salarios ínfimos hay un apreciable dinamismo comercial.
Dicho esto, en realidad, ¿Venezuela se
arregló?, a mi juicio, el país se encuentra enfrentando un falso dilema
interpretativo: ¿el crecimiento económico sin justicia social puede
interpretarse cómo una mejoría?. La Encovi 2021 reveló que el 5% de la
población está recibiendo el grueso de los ingresos nacionales, es un hecho que
el dialogo tripartito no existe desde hace 20 años y, por tanto, la contratación
colectiva, la libre sindicalización, el derecho a huelga y el salario mínimo
dejaron de existir como conquistas de la clase trabajadora. En un escenario social
semejante, el incremento de las ganancias netas de algunas empresas, el
florecimiento de burbujas comerciales y bodegones, no es permeable a la mayoría
de la población, al contrario, es una “mejora” restringida a un segmento
pequeño del país.
Además, entre quienes han dedicado tiempo a
entender sociológica y económicamente el complejo fenómeno de la pobreza, se ha
establecido un consenso casi total sobre el cuál la pobreza no es entendida
cómo la falta de dinero sino la ausencia de acceso a bienes y servicios. Si una
persona ve mejorar sus ingresos en efectivo pero no tiene acceso a servicios
sanitarios, ni educativos, si tiene fallas recurrentes en los servicios de agua
y electricidad y a veces ni tiene señal telefónica, entonces es más pobre. Debe
decirse algo más, si los ingresos aumentan en el 5% de la población más rica de
forma sustancial, pero no así entre el resto de los venezolanos, aquellos
afortunados podrán satisfacer sus demandas, privadamente, en salud, educación,
alimentación, recreación, agua, electricidad
y todo bienestar que el resto no podrá disfrutar ante el colapso y
desmantelamiento de los servicios públicos… Para ese 5% Venezuela si se arregló
y hasta lo podrán mostrar en su Instagram, aún más llamativo, algunos podrán decir
que su buena vida es producto de su particular capacidad de “emprender” o
“reinventarse” y, por descarte, las penurias del resto son debido a que carecen
de tales actitudes vitales. La cierto es que ambas realidades se deben, antes
que a particulares dotes, a decisiones económicas tomadas por las autoridades
públicas: la decisión de ensanchar las brechas sociales.
La Venezuela del siglo XXI es
crecientemente desigual, los ricos (y casualmente los más poderosos) lo son
cada vez más y los pobres tienen vidas cada vez más precarias, inestables, inseguras
y, lógicamente, cortas. Esta situación no cae del cielo, no sube del infierno,
es una decisión tomada en lo más alto del poder. La desigualdad material tiene
efectos sobre múltiples dimensiones, entre ellas, el acceso a la justicia, la
participación política y la representación de la realidad mostrada en los
medios de comunicación. Esta quizá sea una preocupación importante a partir del
2022, al menos para los ciudadanos de a pie. Otras personas podrán disfrutar de
un cumpleaños escuchando la voz de Pablo Montero, en vivo, en sesión VIP y
decir, ante las críticas por la obscena demostración de riqueza, “es que los
demás son unos envidiosos”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica
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